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...Y el otro no arranca

Es la repetición de las decenas de fracasos que han sufrido los más variados intentos por entablar una negociación seria para acabar con una guerra sin sentido como la que hoy protagonizan en solitario los escasos miembros del ELN.

26 de agosto de 2016 Por:

Es la repetición de las decenas de fracasos que han sufrido los más variados intentos por entablar una negociación seria para acabar con una guerra sin sentido como la que hoy protagonizan en solitario los escasos miembros del ELN.

El pasado miércoles se firmó el acuerdo final con las Farc, demostrando que sí es posible negociar el fin de su violencia. Mientras que ese evento se reconoce en todo el mundo como señal de sensatez porque la lucha armada no tiene sentido, los jefes del ELN siguen ranchados en posiciones arcaicas y feroces como el secuestro extorsivo, dando a entender que no es de su interés dejar las armas y reintegrarse a la sociedad. Hace unos meses se dio a conocer el acuerdo según el cual el Gobierno y el ELN se disponían a iniciar unas negociaciones para finalizar el conflicto. En el documento revelado se dio a entender que existirían incluso procedimientos con mayor participación de la sociedad y de lo que esa guerrilla consideró indispensable para sentarse a la mesa de diálogo, en la cual existirían las garantías que hicieron posible la terminación de cincuenta y dos años de guerra con el grupo más grande y más antiguo del planeta. Pero no bien se tomaron la foto en Caracas, rodeados de la expectativa y de la intención demostrada por el Gobierno y la sociedad colombiana de buscar la pacificación del país mediante el diálogo civilizado, las amenazas y los crímenes volvieron a hacerse presentes. Como si la arrogancia diera fortaleza, los jefes del ELN reivindicaron decenas de secuestros, argumentando que son actos de guerra aunque sus víctimas fueran civiles desarmados, escogidos por sus plagiarios para ser canjeados por una retribución económica. Como era de esperarse, el rechazo fue inmediato y el esfuerzo por iniciar unos diálogos formales agoniza. Su gran y único enemigo es la propia guerrilla, que en un delirio descabellado e insensato pretende desconocer la condena unánime contra la torpeza de quienes pretenden doblegar la voluntad de la Nación mediante el crimen y la violación de los Derechos Humanos. Es la repetición de las decenas de fracasos que han sufrido los más variados intentos por entablar una negociación seria para acabar con una guerra sin sentido como la que hoy protagonizan en solitario los escasos miembros del ELN.Es que son menos de cinco mil los integrantes de ese grupo, dedicados al narcotráfico, a la minería ilegal y al bandolerismo que logra atrapar ciudadanos indefensos para conseguir algunos pesos. Aunque se diga que ese es un movimiento federado, lo cierto es que sus cuadrillas actúan casi de manera independiente, sin un norte claro y mucho menos político, que parecen interesados sólo en mantener sus precarios dominios, de espaldas, claro está, a la realidad. Por eso, negociar con el ELN el fin de su insurgencia nacida también hace más de cincuenta años parece ya una quimera. En esas épocas, su surgimiento se explicó en ideales marxistas, aunque su génesis estuviera en los impulsos de la Cuba dirigida por el castrismo y empeñada en incendiar al continente con sus focos guerrilleros. Hoy no queda rastro de todo ese aparente idealismo, y sólo sobrevive la anacrónica obstinación en el terror y la violencia contra los colombianos. Por eso, la negociación sigue siendo imposible.

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