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Unidad y acción

Ya no es el momento para la duda y la polémica estéril, sino para hacer visible el compromiso nacional contra la barbarie. Al final, esa voluntad siempre prevalece por encima de la maldad que hoy representa el Eln.

20 de enero de 2019 Por: Editorial .

Confirmada por las autoridades la autoría material e intelectual del atentado contra la Escuela General Santander a cargo del Eln, lo obvio es interpretar ese crimen como el portazo de sus integrantes a la negociación y a la voluntad de paz de los colombianos. Lo que sigue es reconstruir la unidad de la nación para enfrentar el desafío de quienes piensan que el terrorismo y la criminalidad pueden ser argumentos aceptables para rendir a las instituciones.

Hoy tendrán lugar en Bogotá una gran marcha para protestar contra el atentado, y en muchas otras localidades se producirán movilizaciones espontáneas que demostrarán la solidaridad con las víctimas, con sus familias y con la Policía Nacional. Esa es la manera en que una sociedad expresa su dolor, rechaza a los criminales y demuestra su apoyo a la civilización que representa la democracia, en contra de la barbarie del terrorismo que acaba vidas humanas y siembra destrucción como si con ello pudiera imponer sus atroces propuestas.

Esa manifestación fue precedida de la alocución con la cual el presidente Iván Duque dio por terminada cualquier posibilidad de negociación con el Eln, empezando por levantar lo que quedaba de la mesa instalada en La Habana, después de que el gobierno del Ecuador se negara a continuar la que funcionaba en Quito. Tuvo razón el presidente Lenín Moreno al retirar a su país de ese intento, aduciendo entonces que no iba a cohonestar el terrorismo disfrazado que pretendía imponer sus designios aprovechando la intención de apoyar una salida pacífica para el conflicto en Colombia.

Luego de la masacre cometida por el Eln en Bogotá el pasado jueves, Colombia debe reunirse de nuevo en torno a sus víctimas. Y debe demostrar su respaldo, no a un partido ni a una bandera, sino al propósito común de rechazar al terrorismo cobarde y a las instituciones que representan a toda la nación sin distingo alguno. Así lo ha hecho en las ocasiones en que los delincuentes de todas las características posibles han tratado de sembrar el terror para tratar de doblegar la decencia, la democracia y la voluntad de nuestra sociedad.

Ya no es el momento para la duda y la polémica estéril, sino para hacer visible el compromiso nacional contra la barbarie. Al final, esa voluntad siempre prevalece por encima de la maldad que hoy representa el Eln. Esa maldad que es rechazada por toda la comunidad internacional y que reúne a muchos grupos que como ese se empeñan en mantener el terrorismo, la violencia y la destrucción como fuente de poder y de enriquecimiento, donde la vida no tiene valor y los ciudadanos son instrumentos a los cuales se les puede eliminar si se oponen.

Contra tales enemigos sólo caben la unidad y la acción. Unidad para demostrar que la nuestra es una sociedad con problemas que busca soluciones y está comprometida en encontrar la paz y el progreso mediante la democracia y la civilización que representa el acatar la ley. Y la acción, firme y decidida, para combatir y derrotar como siempre lo ha hecho Colombia, a quienes han tratado de imponer la maldad y han usado el terrorismo contra nuestra Nación

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