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Un Mundial de orgullo

"...Se terminó el Mundial y a Colombia le quedaron grandes lecciones además de una infraestructura envidiable. Por ejemplo, la orden de la Fifa de derribar las mallas que rodean las gramillas fue cumplida a cabalidad, sin que se presentara una sola invasión ni un incidente...".

24 de agosto de 2011 Por:

"...Se terminó el Mundial y a Colombia le quedaron grandes lecciones además de una infraestructura envidiable. Por ejemplo, la orden de la Fifa de derribar las mallas que rodean las gramillas fue cumplida a cabalidad, sin que se presentara una sola invasión ni un incidente...".

El Mundial de Fútbol para menores de 20 años fue un gran logro que debe llenar de orgullo a los colombianos. Además del éxito deportivo y el gran comportamiento del público, la Nación demostró su espíritu amable y acogedor, además de su capacidad para realizar con solvencia eventos de categoría. Tres años duró el empeño de sacar adelante un torneo que significaba la mejor vitrina para nuestro país, afectado como pocos por los hechos acontecidos en las últimas décadas. Sin duda, era de grandes proporciones el esfuerzo que debía hacerse para conseguir los cerca de $250.000 millones que debían invertirse en la empresa, que al final salieron de las arcas del Gobierno Nacional y de las Alcaldías en las ciudades sedes. Ante todo, era la oportunidad de dotar al país de una infraestructura deportiva moderna, que respondiera a las exigencias actuales y dejará atrás las vetustas instalaciones en las cuales se realizaban eventos como los partidos nacionales e internacionales. Ese fue el primer logro, a pesar de que las inversiones en estadios como el Pascual Guerrero de Cali aún aguardan explicaciones. El segundo fue motivar a los colombianos para que con su presencia fueran parte activa del Mundial Y también se logró, como lo demuestran las 1’309.929 personas que llenaron los estadios en las ocho sedes. Gente tranquila y alegre que no produjo un solo incidente, y animó a los 24 equipos participantes, haciéndolos sentir como en su casa. Colombianos que apoyaron con entusiasmo a nuestra selección y siguieron colmando los escenarios pese a su eliminación en los octavos de final.Y lo deportivo fue también un éxito. Desde la selección de nuestro país que demostró calidad y coraje, hasta los campeones, la calidad fue la nota predominante del Mundial Sub 20. Aquí hubo fútbol de excelencia y el mundo tuvo oportunidad de ver en toda su magnitud la nueva camada de estrellas que llenarán las graderías de los estadios del planeta e inundarán las pantallas de los televisores o las páginas de los diarios en los próximos años. Hubo entonces récord en asistencia acompañados de resultados alentadores y de deportistas que disfrutaron su estadía y le hicieron honor a su deber de responder por sus divisas nacionales. Se terminó el Mundial y a Colombia le quedaron grandes lecciones además de una infraestructura envidiable. Por ejemplo, la orden de la Fifa de derribar las mallas que rodean las gramillas fue cumplida a cabalidad, sin que se presentara una sola invasión ni un incidente. Se pudieron realizar decenas de partidos sin la presencia del alcohol en las tribunas o de los desadaptados que se disfrazan de barras para causar la discordia y el desorden que desplaza al aficionado común y convierte a los estadios en escenarios de violencia.La pregunta es si el torneo también nos trajo la transformación de nuestras costumbres cuando de participar en eventos masivos se trata. Si es así, si asistir a los estadios sigue siendo un acto de confraternidad, de diversión y sana emulación, Colombia habrá logrado el mejor resultado que pudo ofrecerle el Mundial de Fútbol Sub 20.

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