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Turquía, bajo amenaza

Sus decisiones, sus posturas y su ubicación son las que le están pasando una factura dolorosa que debe interesarle y le compete a la comunidad internacional, afectada también por los atentados como los del martes en el aeropuerto de Estambul

30 de junio de 2016 Por:

Sus decisiones, sus posturas y su ubicación son las que le están pasando una factura dolorosa que debe interesarle y le compete a la comunidad internacional, afectada también por los atentados como los del martes en el aeropuerto de Estambul

El gobierno de Turquía no dudó en señalar al Estado Islámico como autor de los ataques terroristas del martes en el aeropuerto de Estambul. Así reconoce que esa organización actúa en su territorio y le estaría cobrando al presidente Recep Tayyip Erdogan su apoyo a la lucha internacional contra la organización yihadista, así como su decisión de mejorar las relaciones con Occidente.A diferencia de los diez atentados cometidos en el último año en ese país, por los que fueron sindicados como posibles responsables los kurdos nacionalistas, esta vez los voceros oficiales no se demoraron en afirmar que el grupo radical islámico sería el autor de los hechos en los que murieron 41 personas y 239 más, de diversas nacionalidades, resultaron heridas. Es una postura menos ambigua y más lógica, si se tienen en cuenta los efectos del cambio que ha dado el gobierno turco en su política exterior durante los meses recientes.Turquía presta su territorio para que la Otan y Estados Unidos desplieguen sus ataques hacia Siria, en apoyo a los rebeldes que libran una cruenta guerra contra la dictadura de Bashar Al-Asad. Sus bases militares también son clave para atacar al Estado Islámico, que supo aprovechar el conflicto interno sirio para ganar terreno y quedar más cerca de la puerta de entrada a Occidente. Si a ello se le suman decisiones recientes de normalizar las relaciones con Israel y limar sus asperezas con Rusia, no es difícil pensar que el EI está relacionado con el ataque del martes y con los anteriores.Ser la ‘bisagra’ del portón que comunica a Oriente Medio con Europa ha puesto a Turquía en una posición delicada y de riesgo. Siendo de mayorías musulmanas, es una nación que, pese a los intentos de su actual gobierno conservador por imponer sus restricciones, ha sido respetuosa de las diferencias religiosas y culturales. También les ha abierto las puertas a los migrantes que, como en el caso de los sirios, huyen de sus conflictos internos y pasan las fronteras continentales buscando oportunidades de vida y progreso.Hoy en suelo turco hay 2,4 millones de refugiados sirios y el país se ha convertido en el vigía encargado de regular el paso de más migrantes hacia el resto de Europa, por lo que recibe beneficios económicos y políticos. Es el trato que ha hecho para alcanzar su deseo de ser aceptado como miembro de la Unión Europea. Sus decisiones, sus posturas y su ubicación son las que le están pasando una factura dolorosa que debe interesarle y le compete a la comunidad internacional, afectada también por los atentados como los del martes en el aeropuerto de Estambul, en el que por fortuna salieron ilesos 40 colombianos, varios de ellos deportistas, que se encontraban en el lugar. La ayuda a Turquía es necesaria para que pueda resolver el drama humano derivado de la inmigración que no cesa hacia su territorio, así como para hacerle frente a su enemigo actual, el terrorismo desencadenado por la intolerancia y el radicalismo religioso e ideológico.

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