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Tiempo de decisiones

"Después de la masacre en La Esperanza, es de esperar que los diálogos tomen un cauce certero hacia el acuerdo, libre de retóricas y eufemismos que desvíen su original propósito, como está ocurriendo. Y que las Farc les den razones a los colombianos para creer en su voluntad de paz, lo que hasta ahora ha brillado por su ausencia en las múltiples oportunidades en que se les ha ofrecido una salida negociada".

19 de abril de 2015 Por:

"Después de la masacre en La Esperanza, es de esperar que los diálogos tomen un cauce certero hacia el acuerdo, libre de retóricas y eufemismos que desvíen su original propósito, como está ocurriendo. Y que las Farc les den razones a los colombianos para creer en su voluntad de paz, lo que hasta ahora ha brillado por su ausencia en las múltiples oportunidades en que se les ha ofrecido una salida negociada".

El pasado viernes, el presidente Juan Manuel Santos atendió ese llamado y le expresó a las Farc su determinación de ponerle límites temporales al proceso de diálogo iniciado hace dos años. Es una respuesta más que esperada al desgaste que están experimentando unas negociaciones en las cuales la guerrilla decreta treguas unilaterales, el Gobierno habla de desescalamiento del conflicto, oficiales de las Fuerzas Armadas participan en conversaciones sobre desarme, pero la violencia y los delitos siguen siendo el pan diario de la Nación.Y que no se diga que así estaba planteada la negociación, porque no puede ser aceptable que el narcotráfico, el reclutamiento de menores y el constreñimiento armado a la ciudadanía pueden ser tolerados cuando se establece un diálogo de paz. Que no se exija paralizar la acción de las autoridades legítimas contra esos delitos, mientras se dice que las Farc están en tregua, porque no es así. Sus efectivos están delinquiendo mientras sus voceros en La Habana amenazan y llenan el diálogo de retórica vacía que pretende igualar a su grupo con el Estado y conseguir la impunidad para sus crímenes.No se puede entonces aceptar que el proceso, uno más de esos esfuerzos nobles por conseguir la paz de manera civilizada, termine siendo otra experiencia frustrada y trágica como la sucedida en el Caguán. Tampoco puede ser posible que se sigan considerando actos de guerra el narcotráfico y los crímenes de lesa humanidad, para exigir a la Fuerza Pública que detenga sus acciones contra esos delitos comunes que destrozan la vida y la convivencia en departamentos como el Cauca y regiones enteras como el litoral Pacífico.Por eso es necesario terminar con las especulaciones y fijar condiciones precisas. Después de la masacre en La Esperanza, es de esperar que los diálogos tomen un cauce certero hacia el acuerdo, libre de retóricas y eufemismos que desvíen su original propósito, como está ocurriendo. Y que las Farc les den razones a los colombianos para creer en su voluntad de paz, lo que hasta ahora ha brillado por su ausencia en las múltiples oportunidades en que se les ha ofrecido una salida negociada. Colombia está adolorida por la muerte de sus soldados, pero también está empeñada en terminar con la violencia inútil y fratricida. Esa determinación hace reclamar que se tomen medidas para evitar que el diálogo se convierta de nuevo en el vehículo para que las Farc continúen con su imperio criminal mientras la sociedad se siente asaltada en su buena fe. Por ello, llegó el momento de tomar las decisiones que mejor convengan a la Nación, y no sólo a la guerrilla.

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