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Terrorismo o negociación

" Inzá, Pradera. ¿Cuál municipio sigue en la estrategia terrorista de las Farc? ¿Cuántos muertos más deben poner los ciudadanos del común? ¿Acaso usar las bombas que instalan en los espacios de mayor concurrencia pública y detonan sin consideración al daño que causan a personas desarmadas, puede considerarse un aporte al proceso de paz?"

17 de enero de 2014 Por:

" Inzá, Pradera. ¿Cuál municipio sigue en la estrategia terrorista de las Farc? ¿Cuántos muertos más deben poner los ciudadanos del común? ¿Acaso usar las bombas que instalan en los espacios de mayor concurrencia pública y detonan sin consideración al daño que causan a personas desarmadas, puede considerarse un aporte al proceso de paz?"

Un muerto y sesenta heridos, la gente de Pradera desconcertada y aturdida. Así anunciaron las Farc el final de su tregua y el reinicio de sus hostilidades, no contra las autoridades, sino contra la población desarmada y desprevenida.De nuevo es el terrorismo indiscriminado y cobarde el instrumento para recordar a los colombianos su capacidad de destrucción. Aprovechando la sorpresa y la desprevención de cientos de transeúntes, en la plaza principal del municipio vallecaucano y frente a la Alcaldía fue instalada una motocicleta cargada con 50 kilos de explosivos que volaron a control remoto. Un ciudadano murió y hombres, mujeres y niños sufrieron una variedad de lesiones y heridas. La peor fue el terror y el desconcierto que les ocasionaron en momentos en que pensaban que las conversaciones en La Habana les ofrecían razones para creer que la paz era una realidad cercana.Pues no fue así. Como le ocurrió al municipio de Inzá en el departamento del Cauca y días antes de empezar la que denominaron tregua unilateral, las Farc se encargaron de notificar a la Nación que para ellos su lucha es igual al terrorismo. Y que su objetivo sigue siendo la población civil, en especial los campesinos y los habitantes de pequeños municipios cercanos a las montañas donde los autores del crimen pueden encontrar refugio rápido y seguro. Es decir, los colombianos saludamos la llegada de la tregua unilateral anunciada en diciembre por los negociadores de la guerrilla en La Habana, con nueve muertos en la plaza de Inzá, Cauca, y la despedimos con otro asesinado y sesenta y un heridos en Pradera, Valle del Cauca. Con terrorismo puro que pretende sembrar el desconcierto y el temor, dando una falsa idea de poder en los autores de la infamia. Y todo ello se combina en forma hábil con el discurso político que pretende convencer a la Nación y al mundo sobre el “irrenunciable propósito de alcanzar la paz” que acompaña a las Farc en la mesa de diálogo. Inzá, Pradera. ¿Cuál municipio sigue en la estrategia terrorista de las Farc? ¿Cuántos muertos más deben poner los ciudadanos del común? ¿Acaso usar las bombas que instalan en los espacios de mayor concurrencia pública y detonan sin consideración al daño que causan a personas desarmadas, puede considerarse un aporte al proceso de paz? ¿Será que las víctimas de las bombas asesinas que explotan en las plazas de los pueblos deben ofrecer sus vidas y su integridad como aporte para el acuerdo con quienes los asesinan? Sin ánimo de interferir en los diálogos que se llevan a cabo en Cuba, caucanos y vallecaucanos estamos obligados a reclamar que cesen los atentados traicioneros que ponen a nuestros conciudadanos como carne de cañón de un conflicto que hoy más que nunca carece de razón de ser. No es posible que los campesinos y los habitantes de pueblos y ciudades sigan siendo víctimas del atentado indiscriminado, mientras se habla de paz. Y que el suroccidente del país siga siendo objeto de crímenes atroces y sistemáticos que demuestran el desprecio por la vida, mientras sus autores hablan de democracia y respeto a la dignidad del ser humano.

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