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Territorios de vida

La protección de sus bosques es una tarea que Colombia no ha cumplido. Llevar a cero la deforestación, como se ha comprometido el país, necesita más que de buenas intenciones; hay que crear estrategias a largo plazo para salvarlos y aprender, en el entretanto, a hacer uso sostenible de ellos.

8 de junio de 2018 Por: Editorial .

La protección de sus bosques es una tarea que Colombia no ha cumplido. Llevar a cero la deforestación, como se ha comprometido el país, necesita más que de buenas intenciones; hay que crear estrategias a largo plazo para salvarlos y aprender, en el entretanto, a hacer uso sostenible de ellos.

Hoy quedan 60 millones de hectáreas de bosques en el territorio nacional, que disminuyen a una velocidad inaudita con pérdidas anuales cercanas a las 200.000 Hectáreas. Ese ritmo hasta ahora imparable hace que el panorama no sea esperanzador, sobre todo porque se han hecho múltiples esfuerzos y ninguno parece servir para detener esa tasa de destrucción.

Por eso es importante la estrategia integral que ha presentado el Gobierno, en la que trabajaron de manera conjunta las autoridades nacionales y territoriales, las comunidades, gremios y organizaciones ambientales, con el apoyo de la comunidad internacional, y con la que se espera controlar la deforestación así como gestionar bien los bosques.
Esa es la hoja de ruta que seguirá Colombia durante la próxima década, que debería dar los resultados que han sido esquivos hasta ahora.
‘Bosques territorios de vida’ se llama el plan a largo plazo que fue construido durante ocho años y que tiene como eje cinco líneas de acción que incluyen la administración eficiente de los recursos forestales, mayor monitoreo y vigilancia, fortalecimiento de la normatividad y los instrumentos legales así como un trabajo intersectorial de planificación y ordenamiento territorial ambiental. La parte innovadora tiene que ver con involucrar a las comunidades aledañas en la gobernanza y protección de los bosques, mientras se plantea por primera vez el desarrollo de una economía forestal que beneficie sobre todo a aquellos viven en sus zonas de influencia.

El fin de todo es cerrar las fronteras a quienes han sentenciado a muerte lenta a los bosques colombianos, que albergan la mayor biodiversidad en el continente, solo superados por los del vecino Brasil. Así se espera detener el avance de territorios agropecuarios en detrimento de las reservas forestales, combatir la tala ilegal que es responsable de la cuarta parte de la deforestación en Colombia y hacer frente a la minería ilegal, el otro gran enemigo.

Para lograrlo la fórmula es convertir los bosques en espacios de oportunidad y progreso para la población. Hacer un manejo sostenible no sólo es posible sino indispensable para garantizar su conservación, para eso hay que involucrar en todo sentido a las comunidades rurales. Son ellas las guardianas innatas de las zonas forestales, deben tenerse en cuenta a la hora de tomar las decisiones y a la vez enseñarles a hacer un uso responsable de ese recurso natural.

La estrategia para salvar los bosques colombianos ya está en el papel, con la meta clara de reducir la deforestación a cero antes del año 2030. Ahora hay que esperar a que de la letra se pase a la acción, se garanticen los diez billones de pesos que se calcula cuesta cumplir el plan y se consiga el objetivo que no es distinto a evitar que cada hora se sigan talando 21 hectáreas en el país. ¿Se podrá?

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