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Temores olímpicos

"Lo que todo el mundo desea, y merecen quienes trabajan sin descanso día y noche, es que los Juegos Olímpicos salgan adelante, con el apoyo de millones de brasileños que quieren cumplirle al mundo".

4 de julio de 2016 Por:

"Lo que todo el mundo desea, y merecen quienes trabajan sin descanso día y noche, es que los Juegos Olímpicos salgan adelante, con el apoyo de millones de brasileños que quieren cumplirle al mundo".

En 32 días, los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, primeros en la historia en hacerse en Suramérica, deberán ser una realidad. Unos 10.500 deportistas de 206 comités nacionales -el COI tiene más miembros que la ONU- iniciará su lucha por la supremacía en las diferentes disciplinas.Solo que al lado de esa ilusión por el inicio de la justas, hoy corre pareja la angustia de que más de una obra importante de la s emprendidas no esté a punto para esa fecha. A lo que se suman los temores de que los caldeados ambientes político, social y económico terminen por enrarecer el espíritu deportivo, que debería primar sobre todas las cosas. Una serie de hechos aumentan esa percepción. Antes de que la semana pasada The New York Times se atreviera a decir que los Juegos son una “una catástrofe” anunciada, la decisión hace un par de semanas del gobernador estatal interino de Río, Francisco Dornelles, de decretar en la región el “estado de calamidad pública”, ya había prendido las alarmas.Aunque, y en gracia de discusión, lo que hizo Dornelles fue hacerse a unas facultades que le permiten adoptar medidas extraordinarias para poder contar con recursos que garanticen, para comenzar, hospitales en servicio y seguridad a cerca de 500 mil personas que, se estima, visitarán Río. Aparte de tratar de ponerse al día en pago de salarios atrasados (entre ellos los de la Policía) para evitar el colapso que traerían consigo huelgas y protestas en los 17 días de competencias, y en un segundo capítulo: la cita paralímpica programada para septiembre. El coctel de problemas arranca por ahí y se extiende a otros aspectos, igual de preocupantes. Es posible que los grandes escenarios estén listos, en cambio la línea de metro que une el epicentro donde se alojarán los turistas con la villa deportiva, desvela a los organizadores. Las casi 145 millones de dólares que se necesitan para terminarla llegarán del interino gobierno central y se sumarán a los 5 mil 500 millones de dólares en rojo que registra la quebrada Río, pero nadie garantiza que el tren fluirá en cuatro semanas.Siguen, en cascada, inseguridad y violencia. Las estadísticas oficiales registran un 23,7% más de robos callejeros entre enero y abril de este año frente al mismo periodo de 2015. Los homicidios dolosos subieron 15,4% en el mismo periodo.La salud pública con nombre propio, el zika, es la batalla a dar. Los estimativos de contagio se han reducido, según cálculos de la OMS, pero no lo suficiente para hace retroceder los temores, incluidos los de figuras de la talla de la estrella del baloncesto Pau Gasol. Sin otra alternativa, los juegos serán un hecho. Como la masiva asistencia. El 62% de las 5,7 millones de entradas ya están en poder del público. La fortaleza del dólar frente al real garantizará a última hora el cubrimiento del resto de plazas. Otra cosa, bien difícil, es que sean un éxito. Lo que todo el mundo desea, y merecen quienes trabajan sin descanso día y noche, es que los Juegos salgan adelante, con el apoyo de millones de brasileños que quieren cumplirle al mundo. Un equipo bien diferente al de la clase dirigente que se colgó la medalla de la infamia a punta de corrupción y de debilitamiento moral, para lanzar a su país por el despeñadero.

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