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No hay que olvidar que en Europa impera la democracia y que sus comunidades tienen en alta estima los derechos sociales adquiridos, en especial en países como Italia, por lo que una reacción popular contra las medidas de austeridad puede hacerlas impracticables.

12 de noviembre de 2011 Por:

No hay que olvidar que en Europa impera la democracia y que sus comunidades tienen en alta estima los derechos sociales adquiridos, en especial en países como Italia, por lo que una reacción popular contra las medidas de austeridad puede hacerlas impracticables.

Luego de que Grecia abandonara la propuesta de someter a referendo el acuerdo con la Unión Europea y que su Primer Ministro se viera forzado a renunciar para ceder el puesto a un tecnócrata procedente del Banco Mundial, la crisis europea tocó las puertas de Italia, con consecuencias universales que estaban previstas.La diferencia estriba en que Italia es la octava economía del planeta, la tercera de la eurozona, miembro del G-8 y el tercer mercado de bonos más grande del mundo. La deuda italiana es de 1,9 billones de euros, seis veces más que la griega. Tales dimensiones de la crisis en Italia puso a temblar a las bolsas de valores en todas las latitudes.Y, aunque su Parlamento italiano aprobó las medidas de austeridad presentadas por el gobierno, aún se está a la espera de que aclare su futuro político, pues la anunciada dimisión de Berlusconi coloca al país ante un futuro incierto. Lo dijo la alemana Angela Merkel: no basta con las medidas aprobadas, Italia debe clarificar su futuro político pues la UE requiere saber que los compromisos pactados se cumplirán.Para Italia y los italianos las medidas aprobadas significan un duro golpe a las expectativas de mantener un alto nivel de vida, que era lo que se ofrecía con la creación de la Unión Europea. Ahora, a la baja tasa de crecimiento en el 2011 le seguirá una tasa aún menor en los dos años por venir, según estimativos de la propia UE.Las consecuencias sociales de las medidas se harán sentir, pues afectan los temas de seguridad, educación, pensiones y crédito. Esto en un país que ha visto aumentar el desempleo a cerca del 10% y, lo más importante, a uno que perdió la confianza de los inversionistas, por lo que las expectativas de nuevos puestos de trabajo o de dinero fresco para el sector financiero se han reducido a cero. Los italianos pagarán un duro precio por la avaricia de la banca y por la irresponsabilidad de los gobiernos.Peor aún, se pone en duda la continuidad de la zona euro y de la Unión Europea. De allí que Alemania y Francia, los dos pilares sobre los que se sostiene la eurozona insistan en que ésta es obligatoria, “el que entra no puede salirse” y debe cumplir con sus disposiciones.Pero no hay que olvidar que en Europa impera la democracia y que sus comunidades tienen en alta estima los derechos sociales adquiridos, en especial en países como Italia, por lo que una reacción popular contra las medidas de austeridad puede hacerlas impracticables. De allí que comiencen a escucharse voces que se oponen a la sustitución de gobiernos democráticos por tecnocracias designadas en Parlamentos presionados por las amenazas de una crisis más profundas, lo que sucedió en Grecia y lo que está previsto para Italia.“Los tecnócratas financieros nos metieron en este embrollo, será la democracia la que nos salve y no otros tecnócratas sin compromisos sociales”, comienza a leerse en los diarios italianos.El mundo se acerca de puntillas a una profundización de la crisis financiera internacional que, por lo visto, no ha sido resuelta, pese a los rescates, acuerdos y declaraciones optimistas. Y lo peor está por venir.

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