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Sensatez contra las armas

Por encima de quienes pretenden promover la confrontación militar y una invasión iniciada en nuestro país, se debe imponer la sensatez y la razón y usarla para ayudar a la recuperación del pueblo venezolano, su democracia y la transición que encarna el presidente Guaidó.

17 de febrero de 2019 Por: Editorial .

Antes que motivos de contienda y pese a las dificultades normales, la frontera entre Colombia y Venezuela ha sido razón de unión entre dos pueblos con un mismo origen. Así debe continuar, pese a los intentos de la dictadura de Nicolás Maduro de convertirla en causa del conflicto bélico que apuntale su tiranía.

Es triste la tragedia humanitaria que el chavismo ha ocasionado a su nación, obsesionado en implantar un régimen comunista bajo la conducción del gobierno de Cuba, y basado en la inmoralidad, la corrupción y la delincuencia que reparte sus riquezas. Pero también, en plataforma para impulsar el conflicto internacional entre potencias, lo que le permite sobrevivir como supuesta víctima del “imperialismo norteamericano”, lo cual le asegura el respaldo de Rusia, China y los países que en América aún hablan de las maravillas mentirosas del Socialismo Siglo XXI.

Esa tragedia ha logrado expulsar a millones de venezolanos de su patria. Y ha desencadenado un estremecedor espectáculo de millones de seres humanos que necesitan alimentos, medicina o servicios elementales para su subsistencia. Opresión, violencia, desespero y amenazas son las respuestas de la tiranía, que desencadena la reacción pacífica de los venezolanos y el respaldo a su presidente interino, Juan Guaidó, quien encarna la posibilidad de regresar a la libertad y acabar con la coyunda cívico militar que los asfixia.

En ese escenario, Colombia ha sido receptora de millones de esas personas que abandonan Venezuela en busca de abrigo. Y ahora, cuando la comunidad internacional ofrece la solidaridad que significa entregar víveres, alimentos y medicinas para aliviar en algo la tragedia humanitaria, nuestro país ha abierto sus puertas para recibir la ayuda que será repartida de acuerdo con las instrucciones del presidente Guaidó.

La respuesta de la dictadura militar ha sido llenar la frontera de armas y amenazar a Colombia. Envuelto en el nacionalismo en que nadie cree pero le permite usar la fuerza bruta que aún le queda, Maduro no cesa de mostrar a los Estados Unidos como el enemigo que pretende invadir el territorio venezolano, la disculpa para dirigir sus armas contra nuestra nación.

Armas y diatribas de Maduro y su corte, respaldados por Cuba, contra la ayuda humanitaria ofrecida por Colombia y la comunidad internacional, es el lenguaje de la relación bilateral que existe hoy en esos más de dos mil kilómetros que unen a Colombia y Venezuela. Ese ambiente hostil promovido por la tiranía y aumentado por el amparo que en el vecino le ofrecen al terrorismo, es un atractivo para exigir respuestas militares de nuestro país.

Pues no debe ser así. Por encima de quienes pretenden promover la confrontación militar y una invasión iniciada en nuestro país, se debe imponer la sensatez y la razón y usarla para ayudar a la recuperación del pueblo venezolano, su democracia y la transición que encarna el presidente Guaidó.

Que se quede Maduro con sus armas. Colombia debe seguir brindando solidaridad y ayuda a quienes en Venezuela reclaman apoyo para el regreso de la libertad a su país. Nada más.

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