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Religión y política

De acuerdo con dos senadores estadounidenses que visitaron El Cairo el pasado fin de semana, el presidente interino Abdul-Fatah-el-Sissi, “parece intoxicado con el poder”. Y no está dispuesto a aceptar ningún tipo de transacción con los Hermanos Musulmanes.

19 de agosto de 2013 Por:

De acuerdo con dos senadores estadounidenses que visitaron El Cairo el pasado fin de semana, el presidente interino Abdul-Fatah-el-Sissi, “parece intoxicado con el poder”. Y no está dispuesto a aceptar ningún tipo de transacción con los Hermanos Musulmanes.

Tras las matanzas de opositores los pasados miércoles y viernes, los analistas de los medios internacionales han llegado a una conclusión triste: no hay nada que hacer en Egipto, cualquier intento de mediación está condenado al fracaso.Incluso el gobierno de los Estados Unidos parece haber llegado a la misma conclusión. Como lo declaró el Presidente Obama el jueves en Texas, los estadounidenses responderán a lo sucedido no solo con valores humanitarios sino también con el interés nacional. Un país consumido por una lucha civil no puede seguir funcionando como un aliado estabilizador en una región volátil, sostuvo.De acuerdo con dos senadores estadounidenses que visitaron El Cairo el pasado fin de semana, el presidente interino Abdul-Fatah-el-Sissi, “parece intoxicado con el poder”. Y no está dispuesto a aceptar ningún tipo de transacción con los Hermanos Musulmanes. “A esa gente no se le puede aceptar nada”, es su expresión favorita. Pero “esa gente” es más de la mitad del país y ganó las elecciones por la Presidencia.En otras palabras, estamos ente mandatarios fanatizados que no aceptan ningún tipo de contradicción y que se imaginan sociedades homogéneas donde todos piensen igual y actúan como el poder lo desea. Lo mismo en el caso del presidente depuesto que quiso imponer su religión al resto del país.Pero, ¿es la religión el problema? ¿Acaso no pueden existir democracias religiosas? ¿Es el laicismo una condición de la vida democrática? La propia historia de los pueblos árabes arroja enseñanzas sobre la vida pacífica y la coexistencia de diversas religiones en sociedades regidas por musulmanes. Como sucedió en la antigua Palestina, donde convivieron musulmanes, cristianos y judíos en paz, durante cerca de 2 mil años. O en la España mora y en la misma ciudad de Lisboa, en Portugal.La idea de que las democracias son laicas es una tradición del pensamiento occidental que se remonta a la revolución Francesa. Y esa idea no se puede imponer en el mundo árabe y en el Medio Oriente, cuna de las grandes religiones del mundo, donde la profesión de la fe es una tradición milenaria, fuertemente enraizada en la conciencia de cada individuo.El problema no es si el Estado se encuentra regido por cristianos, judíos o musulmanes. El problema es si estos regidores respetan y promueven la libertad como atributo fundamental del ser humano y los derechos civiles de todos los ciudadanos, sin que para ello cuente la idea religiosa que profesen. El problema entonces son los fanatismos, que pueden incubarse en cualquier corriente religiosa, como se ha probado a lo largo de la historia, y que siempre han traído consigo guerras y destrucción.El mundo tendrá que acostumbrarse a que en el mundo árabe se instauren formas de democracia religiosa, y no asustarse porque los musulmanes ganan una elección y los judíos otra. Habrá que aislar a los fanáticos y aprender a respetar a los religiosos. Sólo así se podrán evitar costosos errores que hoy tienen a Egipto al borde de una tragedia donde tal vez no haya reversa.

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