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Reformar la política

El pasado viernes se instaló en Cartagena una cumbre sobre el sistema electoral. Nada más urgente, cuando la política vive la peor crisis y amenaza la legitimidad de la democracia.

26 de marzo de 2017 Por: Editorial .

El pasado viernes se instaló en Cartagena una cumbre sobre el sistema electoral. Nada más urgente, cuando la política vive la peor crisis y amenaza la legitimidad de la democracia.

La cumbre ‘En la Ruta de la Paz: Diálogos políticos para la apertura democrática’ sirvió de marco para que la Misión Electoral Especial presentara sus recomendaciones sobre lo que debe ser la reforma. Aunque allí se encontraban representantes de los partidos que integran la Unidad Nacional y algunos integrantes de los grupos de la izquierda colombiana, fue notoria la ausencia de la oposición que encarna el Centro Democrático.

Las recomendaciones de la Misión, integrada por académicos y miembros de algunas ONG, incluyen crear un cuarto poder, eliminar la intervención de la Registraduría del Estado Civil, acabar con el Consejo Nacional Electoral, crear una nueva jurisdicción y retirarle esa atribución al Consejo de Estado y a la Justicia ordinaria. En materia política, propone eliminar las listas abiertas, aumentar la financiación pública de las campañas, crear más curules en la Cámara de Representantes y definir la representación de género. Y sugiere aumentar el papel de los partidos y la obligación de usar consultas internas y democráticas para escoger sus candidatos.

La forma en que se le dará trámite a un asunto que por sus características rebasa los linderos del acuerdo de paz firmado por el Gobierno con las Farc será el fast track, lo que de por sí presentará limitaciones importantes a un proceso que, ante la trascendencia que tiene para el futuro de la democracia y de las instituciones, debería incluir a todas las fuerzas políticas y los estamentos de la sociedad.

Allí hay una propuesta que requiere un debate cuidadoso para evitar que se disperse aún más la estructura del Estado, por la vía de crear nuevos poderes que parecen innecesarios. Sin embargo, y ante los continuos escándalos de corrupción y la demostración constante de la forma en que el clientelismo ha destruido la confianza en las instituciones, parece necesario reclamar una actitud distinta a los partidos y a todos aquellos que aspiren a gobernar o a representar a los ciudadanos.

En efecto, lo que existe en Colombia es un sistema electoral que no inspira confianza porque desmanteló la responsabilidad de los partidos en el ejercicio de la representación popular y terminó autorizando las empresas unipersonales en las cuales prima el afán de lucro antes que la vocación de servicio. Es un mecanismo anacrónico, lleno de vacíos que impiden aplicar correctivos a la crisis de valores y de credibilidad, manejado por un Consejo Nacional que no es imparcial porque sus integrantes forman parte de las organizaciones políticas que deben vigilar y sancionar.

Así las cosas, lo que existe en Colombia es una crisis de confianza. Y la solución no puede estar en reformas mecánicas que creen más poderes por medio del fast track. Para recuperar la credibilidad de los ciudadanos, todos los protagonistas de la actividad electoral deben demostrar su intención de rescatar la ética como fundamento de la política en Colombia.

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