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Por el camino correcto

"Los resultados empiezan a verse: mientras en diciembre pasado se logró una reducción del 43% en el número de homicidios con respecto al mismo mes del 2012, en enero de este año la estadística bajó en el 34,2%. Además, se han capturado importantes sumas de dinero y cargamentos de drogas ilícitas que movilizaban por Cali y sus alrededores. Lo que indica que el diagnóstico era acertado. Es decir, que la ciudad es objeto de una guerra entre bandas criminales y oficinas de sicarios, por lo que se hacía necesario una intervención profunda del Estado para devolverles la tranquilidad a los caleños".

2 de febrero de 2014 Por:

"Los resultados empiezan a verse: mientras en diciembre pasado se logró una reducción del 43% en el número de homicidios con respecto al mismo mes del 2012, en enero de este año la estadística bajó en el 34,2%. Además, se han capturado importantes sumas de dinero y cargamentos de drogas ilícitas que movilizaban por Cali y sus alrededores. Lo que indica que el diagnóstico era acertado. Es decir, que la ciudad es objeto de una guerra entre bandas criminales y oficinas de sicarios, por lo que se hacía necesario una intervención profunda del Estado para devolverles la tranquilidad a los caleños".

Luego de un año en el cual los hechos violentos contrastaron con el resurgir del civismo y la confianza, Cali parece tomar un camino cierto en la erradicación de la violencia y la recuperación de la seguridad. Lo cual hace pedir que se mantengan las decisiones tomadas y se profundice la colaboración de los distintos estamentos y entidades del Estado, la manera de enfrentar los fenómenos que destruyen la armonía y la convivencia en la capital vallecaucana. Sin duda, la cifra de 1962 homicidios, 83 por cada 100 mil habitantes, es un mal resultado que contrasta con el comportamiento que durante el 2013 mostraron los caleños. La explicación en gran parte está en la llegada a la ciudad de la guerra de bandas criminales por el control territorial y del narcotráfico en todas sus formas, desde la venta al detal o microtráfico, hasta los grandes cargamentos que se exportan. Así lo evidenció a finales del 2012 el entonces comandante de la Policía Nacional, cuando advirtió la presencia de la banda de ‘los Urabeños’ y su intención de dominar el suroccidente del país desde Cali.Tan grave amenaza no era posible combatirla con los recursos municipales, obligando a redoblar la presencia del Estado en su conjunto. Fue así como el Gobierno Nacional ordenó a la Policía el traslado a la ciudad sus grupos encargados de buscar y capturar a los miembros de las llamadas Bacrim, mientras el Ejército empezó el patrullaje de sus efectivos en las zonas críticas y decretó el plan desarme en algunas comunas. Así mismo, la Fiscalía se sumó al esfuerzo, logrando judicializar en corto plazo a los integrantes de las bandas y pandillas que sembraron el terror. Los resultados empiezan a verse: mientras en diciembre pasado se logró una reducción del 43% en el número de homicidios con respecto al mismo mes del 2012, en enero de este año la estadística bajó en el 34,2%. Además, se han capturado importantes sumas de dinero y cargamentos de drogas ilícitas que movilizaban por Cali y sus alrededores. Lo que indica que el diagnóstico era acertado. Es decir, que la ciudad es objeto de una guerra entre bandas criminales y oficinas de sicarios, por lo que se hacía necesario una intervención profunda del Estado para devolverles la tranquilidad a los caleños. De otra parte, los homicidios producidos por riñas y conductas que afectan la convivencia también son una gran preocupación que debe ser atendida por la Administración Municipal y la Policía Metropolitana. Según las informaciones de las autoridades, se han incrementado las labores de vigilancia y control, así como la aplicación de programas para recuperar el espacio público y fomentar la convivencia. Y ya se logró que el Ejército prorrogara por cuatro meses más el plan desarme en las comunas que habían definido en un principio.Por supuesto, no es momento para reclamar un triunfo ni para bajar la guardia. Pero sí puede decirse que las medidas tomadas, empezando por el reconocimiento de que el problema no es originado en la ciudad y que requiere la presencia del Estado en su conjunto, están logrando el propósito de recobrar la tranquilidad que necesita Cali.

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