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Ortega, el usurpador

Ahora, con los tres poderes bajo su absoluto control, ya no parece haber obstáculos en el camino de la familia presidencial, que comienza en el mismo Daniel, se extiende a su mujer y a sus hijos, todos cercanos a negocios del Estado y, por qué no, a la fórmula vicepresidencial en curso.

1 de agosto de 2016 Por:

Ahora, con los tres poderes bajo su absoluto control, ya no parece haber obstáculos en el camino de la familia presidencial, que comienza en el mismo Daniel, se extiende a su mujer y a sus hijos, todos cercanos a negocios del Estado y, por qué no, a la fórmula vicepresidencial en curso.

El zarpazo definitivo de Daniel Ortega a la ya usurpada democracia nicaragüense, pone a la vecina nación en una situación que la aleja sin remedio de la democracia. Es el modelo populista que destruye las libertades en beneficio de una camarilla.Y así haya sobrevenido de la opereta legalista el desenlace que Ortega montó para hacerse al poder absoluto, tras sacar de carrera a las malas a la oposición, los detalles que rodean el hecho lo hacen más inconcebible. Primero, porque está claro que si algo caracteriza a los dictadores como Ortega es su absoluto desprecio por los derechos ajenos. Segundo, porque, ya en el plano personal, la definición de vergüenza no forma parte de su léxico.En ese sentido, no hay límites en la utilización de las armas más innobles y torticeras. El mandatario nicaragüense acaba de demostrarlo. Con un Tribunal Electoral hecho a su medida, a imagen y semejanza de la Venezuela de Nicolás Maduro, Ortega consiguió despojar a 28 diputados de la oposición de sus escaños, casi cinco años después de ser elegidos. Y no porque no haya querido hacerlo antes sino porque este es el momento indicado, a las puertas de lo que será su inevitable reelección. Esa tarea de demolición comenzó hace rato. Y queda claro que este no será el último paso en su propósito de eternizarse en el poder. En junio pasado, la Corte Suprema de Justicia le hizo el favor de mandar a retiro al líder del opositor Partido Liberal Independiente, marginándolo de la contienda electoral. Quedaba dicho entonces que habría un solo candidato en las presidenciales. Pero faltaba algo más, dejar una sola colectividad en competencia. Fue ahí cuando apareció en escena Pedro Reyes, as bajo la manga del régimen. Contra la voluntad de los diputados de su partido, Reyes fue ungido por la Corte para suceder a Montealegre en la dirección de la alianza opositora, en la que figuran, entre otros, antiguos compañeros de Ortega en la era sandinista que derrocó a Anastasio Somoza.La natural desobediencia de los diputados a quien no era su jefe ni su representante, era la pieza que faltaba para armar el rompecabezas urdido por Ortega para ilegalizarlos ante los ojos de la corte electoral, como en efecto sucedió. Ahora, con los tres poderes bajo su absoluto control, ya no parece haber obstáculos en el camino de la familia presidencial, que comienza en el mismo Daniel, se extiende a su mujer y a sus hijos, todos cercanos a negocios del Estado y, por qué no, a la fórmula vicepresidencial en curso. Está por verse si el evidente golpe de estado conducirá a algún tipo de reacción popular, visto el carácter represivo del gobierno y su ascendencia, no gratuita, sobre las Fuerzas Militares (tal cual Venezuela). Por ahora, el sector privado clama por el respeto a la carta magna. Lo cierto es que América Latina sabe que hoy en Managua hay un gobierno de facto, atrincherado en esa costumbre que ha hecho carrera: la de burlar la voluntad popular a costa de instituciones de bolsillo y reformas constitucionales hechas sobre medida para legitimar las maniobras del tirano.

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