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Ocho días de infarto

Ese es el marco de la reunión de Jefes de Estado y de Gobierno que tendrá lugar el próximo 9 de diciembre en Bruselas. Allí se sabrá si los países europeos aceptan profundizar el control de la Unión sobre la autonomía de los países en materia de gasto público.

2 de diciembre de 2011 Por:

Ese es el marco de la reunión de Jefes de Estado y de Gobierno que tendrá lugar el próximo 9 de diciembre en Bruselas. Allí se sabrá si los países europeos aceptan profundizar el control de la Unión sobre la autonomía de los países en materia de gasto público.

Ante las dimensiones que ha tomado la crisis en la Unión Europea, los próximos ocho días parecen definitivos para la suerte de un modelo de integración económica que ha mostrado enormes bondades y de una moneda que tambalea ante las flaquezas que demuestran los gobiernos para controlar sus gastos.Es la consecuencia de la bola de nieve que empezó a rodar cuando Grecia destapó la verdad de sus finanzas estatales, Irlanda descubrió una situación idéntica y los bancos acreedores debieron reconocer que se habían llenado de papeles de deuda pública en apariencia rentables pero en el fondo incobrables. Fue en ese momento cuando empezó a reconocerse que el euro como moneda única es un artificio difícil de sostener por cuanto su emisor, el banco central europeo, no puede controlar las variables que le dan estabilidad y credibilidad a su moneda.Así lo demuestran el déficit fiscal de Grecia, de Italia, España, Portugal e Irlanda. En todos esos países, la orden era gastar al mejor estilo de Latinoamérica en los años 80. Fue la manera de sostener una prosperidad al debe y de soportar un nivel de vida artificial con decisiones que demuestran más el interés político de los partidos en el poder que la responsabilidad de un gobernante. Además, quedó claro que estaban aprovechando la ventaja de contar entre sus socios a Alemania y Francia, cuya fortaleza se convirtió en la locomotora de un ferrocarril cada vez más difícil de arrastrar.Hsta que se descubrió la burbuja de la deuda pública y el sistema financiero europeo empezó a hacer agua. Al producirse la debacle de Grecia, la cartera de bancos franceses ingleses, alemanes e incluso suizos empezó a desinflarse, apareció el fantasma de la recesión y la posible quiebra que genera la parálisis crediticia. Así, ya no era un asunto de salvar países pequeños y desordenados, si no de evitar la ruina de los bancos, echándole mano a recursos hasta ahora remotos como el Fondo Monetario Internacional o la compra de deuda mala por el Banco Central de Europa.Ese es el marco de la reunión de Jefes de Estado y de Gobierno que tendrá lugar el próximo 9 de diciembre en Bruselas. Allí se sabrá si los países europeos aceptan profundizar el control de la Unión sobre la autonomía de los países en materia de gasto público. Los parámetros serán entonces la necesidad de aplicar una disciplina que asegure la solidez de la moneda única y del sistema financiero. O si, como muchos temen, se produzca una división casi irredimible que conduzca a la disolución del sueño que nació después de la II Guerra Mundial, el de una Europa única, sólida y preparada para ganarse un espacio en el mundo globalizado.Y, sobre todo, se definirá la posibilidad de mantener el euro como expresión de un continente capaz de enfrentar los retos de una economía infinitamente distinta a la de hace cincuenta años cuando nació la Comunidad Europea. Es la economía globalizada donde al lado de los Estados Unidos hay un gigante como China y muchos emergentes que como Brasil e India empiezan a tener grandes audiencias. Allí se verá si Europa es capaz de mantener la unión y superar la crisis.

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