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¡Nunca más!

Para detener esos actos que atentan contra quienes son la base de la sociedad y terminan degradando a todo el país, se requiere el repudio general. Pero no basta sólo con rechazar tales conductas, con denunciar o con hacer que la Justicia funcione y los agresores sean castigados. Colombia necesita reeducarse y formar de nuevo a sus ciudadanos, en especial a las generaciones más jóvenes, en los valores que enseñan a respetar a los demás y a lograr una convivencia pacífica.

1 de diciembre de 2016 Por:

Para detener esos actos que atentan contra quienes son la base de la sociedad y terminan degradando a todo el país, se requiere el repudio general. Pero no basta sólo con rechazar tales conductas, con denunciar o con hacer que la Justicia funcione y los agresores sean castigados. Colombia necesita reeducarse y formar de nuevo a sus ciudadanos, en especial a las generaciones más jóvenes, en los valores que enseñan a respetar a los demás y a lograr una convivencia pacífica.

Veintitrés días duró el sufrimiento de Dora Lilia Gálvez, agredida en Buga de manera salvaje. Su cuerpo no resistió más y ayer, pese a los esfuerzos por salvarle la vida, sucumbió a los traumatismos causados por el brutal ataque al que fue sometida el pasado 6 de noviembre.Las circunstancias en las que Dora Lilia fue agredida siguen sin esclarecerse. La única certeza es que fue atacada con sevicia, de manera salvaje, sometida a los peores abusos y aberraciones. Contra ella se ensañaron, pisoteando su integridad, su dignidad y desconociendo los más elementales derechos que deben ser respetados en una mujer o en cualquier ser humano.Ella no es, sin embargo, un caso único. Por el contrario, hace parte de un número indeterminado de víctimas, a las que por su condición femenina se les ha puesto en estado de indefensión para agredirlas física, sexual o emocionalmente. En lo que va del presente año, 2047 mujeres han denunciado ante las autoridades vallecaucanas haber sufrido golpes o abusos sexuales mientras que otras 125 fueron asesinadas.En el Valle, segundo departamento colombiano con más casos de violencia de género, como ocurre en el resto del país, el miedo y la impunidad se convierten en los mayores enemigos de las víctimas. Las estadísticas de medicina legal así como las que manejan las oficinas locales y regionales de equidad de género, no reflejan toda la realidad: se calcula que el 73% de los hechos no se denuncian ya sea por temor, por vergüenza o por ignorancia, mientras el 90% de los casos quedan sin esclarecer por la Justicia.Pero Dora Lilia, y cada una de las mujeres que han sido sometidas a maltratos y vejámenes, no pueden verse como un conjunto de cifras. Son ante todo seres humanos que sufren en carne propia el deterioro de una sociedad en la que no se respetan los derechos más sagrados como la integridad o la vida. Donde no se educa en los más elementales valores que permiten convivir en armonía dentro de una comunidad.Para detener esos actos que atentan contra quienes son la base de la sociedad y terminan degradando a todo el país, se requiere el repudio general. Pero no basta sólo con rechazar tales conductas, con denunciar o con hacer que la Justicia funcione y los agresores sean castigados. Colombia necesita reeducarse y formar de nuevo a sus ciudadanos, en especial a las generaciones más jóvenes, en los valores que enseñan a respetar a los demás y a lograr una convivencia pacífica.Mientras ello no se logre y el país siga indiferente frente a la violencia de género, mientras prime la indolencia, seguirán apareciendo cada día seis Dora Lilias asesinadas, agredidas, maltratadas, vejadas o irrespetadas.Ahora, Dora Lilia se convierte en el símbolo del rechazo a la violencia contra la mujer, un propósito en el que nuestra región debe ser líder. Que no se repita su historia y la de muchas mujeres que como ella han sido y son víctimas. Que nunca más la condición femenina sea un factor para agredir o maltratar, es una bandera que debe enarbolar el Valle del Cauca.

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