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¡No más vandalismo!

Otra vez, el comportamiento criminal de las barras bravas con motivo de un partido entre el Deportivo Cali y el América se toma un sector de la ciudad, invade la gramilla del Estadio Pascual Guerrero y pone en peligro la integridad de los caleños. Ya está bien de los desafueros y es hora de tomar decisiones que impongan la autoridad sobre el caos.

25 de mayo de 2017 Por: Editorial .

Otra vez, el comportamiento criminal de las barras bravas con motivo de un partido entre el Deportivo Cali y el América se toma un sector de la ciudad, invade la gramilla del Estadio Pascual Guerrero y pone en peligro la integridad de los caleños. Ya está bien de los desafueros y es hora de tomar decisiones que impongan la autoridad sobre el caos.

Pocas horas antes del partido, las barras se enfrentaron a bala en la Avenida Roosevelt. Y en la Calle Quinta se produjeron atentados contra los vehículos que por ahí transitaban, generando temor y produciendo el rechazo general. Después, la que debería ser una emulación sana alrededor del deporte se transformó en una confrontación de la cual resultaron 14 heridos con arma blanca, 60 lesionados y daños que aún están en evaluación.

Eso no es deporte. Para esa violencia no nació el fútbol, ni el enfundarse en una camiseta o izar la divisa de cualquier equipo es una autorización para el desafuero y para atentar contra cualquier persona. O para destruir los automóviles y agredir a quienes no entreguen dinero, así como para tomarse los escenarios públicos y las calles de la ciudad en actitudes bárbaras y peligrosas.

Tampoco es ya el tiempo para contemporizar con las barras, en especial con algunos de sus dirigentes que pretenden ser los dueños de la ciudad. Y mucho menos para aceptar con resignación que el fútbol sea arrebatado a los verdaderos hinchas y aficionados para tratar de impedir los estallidos de violencia protagonizados por organizaciones en las cuales las banderas se mezclan con el narcotráfico y amenazan la seguridad de los ciudadanos y el orden público.

Además de sanciones de la Dimayor a los equipos por el comportamiento de esas barras, la ‘Comisión local para la seguridad, comodidad y convivencia en el fútbol de Cali’ tomó ayer medidas como suspender el préstamo del Pascual Guerrero a los equipos de la ciudad hasta tanto no presenten un plan para garantizar la identidad y la seguridad de los asistentes; prohibición del ingreso al estadio de trapos y banderas que identifiquen las barras; restricción de reuniones de esas organizaciones y limitación a su desplazamiento fuera de la ciudad.

Así debe ser el principio. Pero sobre todo debe existir la decisión de no volver a tolerar esas barras como expresiones de un fenómeno social. Ese enfoque, explicable y bien intencionado sin duda, sólo ha dado pie en Cali y en muchas ciudades de Colombia para que se burlen las normas y los principios más elementales de la convivencia sana y pacífica.

Ahora se debe aplicar el principio de autoridad como se está haciendo, judicializar a los causantes del desmán, aplicar las sanciones a que haya lugar y defender a la ciudad de los vándalos. Hace unos días hicimos referencia a la posibilidad de que los equipos tomen medidas para separarse de esas barras, propuesta en la asamblea de la Dimayor. Hoy, esa posibilidad debe convertirse en realidad que les devuelva la tranquilidad a la sociedad colombiana y en especial a Cali, destruida el pasado jueves por su amor al fútbol. ¡Quién lo creyera!

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