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¿No más reelección?

Lo que está claro es que cuando hay la posibilidad de una reelección inmediata, ella da para pensar que el período presidencial pasa a ser de ocho años divididos en dos tiempos. Por lo tanto, el proceso electoral se convierte en una especie de referendo sobre el primero de esos tiempos.

19 de junio de 2014 Por:

Lo que está claro es que cuando hay la posibilidad de una reelección inmediata, ella da para pensar que el período presidencial pasa a ser de ocho años divididos en dos tiempos. Por lo tanto, el proceso electoral se convierte en una especie de referendo sobre el primero de esos tiempos.

La propuesta no es nueva ni es original del reelecto presidente Juan Manuel Santos. Casi desde su creación en el ordenamiento constitucional de Colombia empezaron las voces que expresaban el rechazo a un cambio que podía significar el desquiciamiento de las instituciones democráticas. Y no podía ser menos. Lo que está claro es que cuando hay la posibilidad de una reelección inmediata, ella da para pensar que el período presidencial pasa a ser de ocho años divididos en dos tiempos. Por lo tanto, el proceso electoral se convierte en una especie de referendo sobre el primero de esos tiempos. Y por otra parte, se produce la inevitable sospecha sobre el uso del poder para mantener el régimen, así el gobernante haya dado todas las muestras posibles de rectitud y acatamiento de las normas que en teoría garantizan la imparcialidad del aparato oficial.Los defensores de la reelección se basan en el derecho del ciudadano a decidir si un gobernante debe seguir o no en su cargo. Y alegan entre otras numerosas razones que esa especie de referendo que implica el que un mandatario presente su nombre en una nueva elección no puede estar vedada si existen instituciones sólidas, capaces de garantizar la imparcialidad del Estado en el proceso y de evitar que los recursos públicos se usen para influir la opinión de los electores. Colombia ha vivido ya dos procesos de reelección presidencial, que contrastan con la posibilidad de hacer lo mismo con los gobernadores y alcaldes. La experiencia ha sido contradictoria: mientras las elecciones se han caracterizado por su rapidez en la divulgación de los resultados, lo cierto es que surge la inevitable controversia sobre la enorme diferencia que existe entre la exposición mediática de un presidente y la que reciben sus contendores. Y que no se diga que el candidato presidente actúa de una forma cuando habla como gobernante y otra cuando lo hace como el aspirante. En una campaña cada vez más volcada a los medios de comunicación es casi inexiste, o, por lo menos, el ciudadano no la percibe. Lo que hace inevitable que se presente una situación que desconoce de hecho la imparcialidad que tratan de garantizar normas como la Ley de Garantías que, en la práctica, sólo sirve para paralizar la actividad oficial y la correspondiente atención a las necesidades y demandas de los colombianos. Además, surge otro fenómeno más preocupante aún. Es que la política deja de ser un asunto institucional, de unos partidos que tienen una ideología y una propuesta, para convertirse en un esfuerzo por garantizar la permanencia de una persona en el poder. Lo que, además, genera compromisos adicionales al gobernante que busca permanecer el segundo tiempo en su cargo. Díganlo si no la creación de dos partidos para reelegir los últimos presidentes de Colombia. Bajo esa perspectiva, abolir la reelección es una necesidad si lo que se quiere es detener el desquiciamiento de las instituciones democráticas. Con lo cual, la política debe ser capaz de construir opciones que no giren exclusivamente alrededor de los gajes y las cuotas de poder.

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