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Netanyahu: el hombre y su tiempo

Netanyahu dice saber mejor que nadie cómo garantizar la seguridad en Israel. Sus opositores creen lo contrario: que él encarna el mayor riesgo para conseguirla. Pero si algo está claro es que todos dependerán del Primer Ministro y de unas mayorías parlamentarias que no dudan en respaldarlo.

23 de marzo de 2015 Por:

Netanyahu dice saber mejor que nadie cómo garantizar la seguridad en Israel. Sus opositores creen lo contrario: que él encarna el mayor riesgo para conseguirla. Pero si algo está claro es que todos dependerán del Primer Ministro y de unas mayorías parlamentarias que no dudan en respaldarlo.

Para entrar en la historia se necesita ser parte de ella. Benjamín Netanyahu está en la de Israel. Ya sea, como dicen sus adversarios, por ser considerado como el peor primer ministro en la existencia de ese pueblo como Estado. O por haber ocupado ese cargo en el mayor número de oportunidades.El asunto que debería interesar es la extrema convulsión en Oriente Medio. Sin embargo, el centro de atención es este hombre que no parece admitir medias tintas, a no ser que, como hábil político, eche reversa sobre la marcha en aras de alcanzar la victoria, una de sus obsesiones.¿Qué le espera, primero a Israel pero antes que nada al mundo, con este Netanyahu reelegido, tras su triunfo en las urnas sobre la izquierda y cuando las encuestas apuntaban en sentido contrario? Primero, la ratificación de que el miedo y la seguridad, con todas sus consecuencias, seguirán marcando el derrotero de la política israelí. Las amenazas de Hezbolá, Hamás y ahora el Estado Islámico, sumadas a la enconada relación con un vecino de las proporciones de Irán, refuerzan esa tesis.Ahora bien, resulta muy improbable que esos mismos temores y la carrera, y acción, armamentística que de ellos se derive sean los mejores ingredientes de una receta que conduzca a la solución a la primera y más prolongada de las encrucijadas que rodean a Israel, la causa Palestina. En la recta final de la campaña electoral, Netanyahu dejó en claro que la fórmula de los dos Estados sigue sin estar en sus cuentas y, aún más, dejó en el aire un tufillo de segregación hacia la población árabe que habita en Israel, lo que ha despertado reacciones negativas en la comunidad internacional. Pero tras su victoria, Netanyahu rectificó, aunque con matices. Quizás no se trate más que de una jugada para la que parece ser una nueva era en las relaciones con su mayor aliado, Estados Unidos, cansado ahora, en la administración Obama, de los gestos poco amigables de Netanyahu. El último de ellos fue la visita en marzo al Congreso en Washington, en el que el Primer Ministro rompió las mínimas reglas de cortesía política con el gobierno para satisfacción de la oposición republicana.La felicitación del secretario de Estado John Kerry podría reflejar el distanciamiento de Barack Obama. Eso en las formas, que tanto significan en la política. El fondo tendrá su expresión en las negociaciones entre Estados Unidos e Irán sobre el acuerdo nuclear, que tanto incomoda a Netanyahu.Y no solo a él, también a millones de israelíes que le han dado su respaldo y que lo ven como la mejor expresión de lo que consideran es su primera urgencia: la seguridad. Nada de economía, de inflación o de crecimiento de la pobreza. Netanyahu dice saber mejor que nadie cómo garantizar esa seguridad. Sus opositores creen lo contrario: que él encarna el mayor riesgo para conseguirla. Pero si algo está claro es que todos dependerán del Primer Ministro y de unas mayorías parlamentarias que no dudan en respaldarlo. Hoy, Netanyahu tiene la última palabra. Ojalá acierte, para bien de su pueblo, pero no menos de la paz mundial.

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