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Nada está claro

5 de octubre de 2010 Por:

Las noticias alegres vienen por el lado de Marina Silva, ex integrante del gobierno de Lula y candidata del Partido Verde, quien alcanzó un sorprendente 20% de la votación total.

Pese al triunfo relativamente amplio de Dilma Russef en la primera vuelta electoral, cerca del 47% contra el 33% del opositor Serra, el oficialismo brasileño amaneció con caras largas mientras los candidatos derrotados exudaban alegría.Hay varias razones para esta paradoja. En primer lugar el hecho de que la alianza de última hora entre el PT y los liberales brasileños -el partido de José Sarney- no haya garantizado en triunfo definitivo de Russef en primera vuelta puede considerarse como una sorpresa. Lo que además significa que el favoritismo del PT cayó más de lo que se pensaba en las dos semanas previas al domingo electoral.A ello contribuyeron los escándalos de corrupción de dos miembros del alto gobierno, cercanos a Russef, que fueron ampliamente difundidos por los medios de comunicación. También, el contundente triunfo de Serra en el estado de Sao Paulo, corazón económico y político del país. Y, a no dudarlo, el escaso carisma de la candidata del PT brasileño.Las noticias alegres vienen por el lado de Marina Silva, ex integrante del gobierno de Lula y candidata del Partido Verde, quien alcanzó un sorprendente 20% de la votación total. Esta mujer, que conoce de primera mano las debilidades del PT, se enfrentó con gallardía a su antiguo jefe, el popular presidente Lula, alrededor del tema de la depredación de la selva amazónica y logró cautivar con su mensaje a decenas de millones de brasileños.Ella les quitó votos tanto a Russef como a Serra y hoy es el fiel de la balanza en la política brasileña. Su joven y aguerrida figura se presenta como el rechazo a la política desarrollista, que acostumbra acometer obras faraónicas sin medir las consecuencias ambientales y sociales que tengan. En Brasil, cuyos gobiernos históricamente tanto han tenido que ver con esta política, el debate es particularmente sensible, pues muchas de las grandes obras del pasado nunca se tradujeron en bienestar social ni mejoría de las condiciones de vida.Marina Silva ha criticado fuertemente la decisión del Gobierno brasileño de construir en el Amazonas la tercera hidroeléctrica más grande del mundo, inundando 500 mil hectáreas de selva virgen y desplazando a 50 mil personas de comunidades indígenas y campesinas. Su campaña ha calado y afecta especialmente a Dilma Russef, especialista en temas de energía y muy comprometida con este tipo de soluciones.En términos programáticos es un enfrentamiento entre el desarrollismo y las nuevas concepciones del desarrollo sostenible, tan caras al mundo contemporáneo y a los sectores más educados de las clases medias urbanas. Para muchos analistas el triunfo se dará hacia el bando por el que se incline Marina Silva.Pero las cosas tampoco son fáciles para Serra en una segunda vuelta. De hecho los verdes le restaron posibilidades a su candidatura y muchos de sus simpatizantes se deslizaron hacia la candidata Silva.Todo está por verse en Brasil. Lo que parecía un triunfo cómodo se ha convertido en una difícil decisión, cuyo resultado sólo se conocerá en octubre.

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