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Momento crucial

"Ya es tiempo de reconocer que la bonanza de la minería y el petróleo llegó a su fin, al menos en el corto plazo. Lo cual significa que las empresas del sector sufren en forma directa los estragos. Y que el Gobierno empieza a tener problemas en su capacidad de gasto, afectando también sus programas de inversión".

2 de junio de 2015 Por:

"Ya es tiempo de reconocer que la bonanza de la minería y el petróleo llegó a su fin, al menos en el corto plazo. Lo cual significa que las empresas del sector sufren en forma directa los estragos. Y que el Gobierno empieza a tener problemas en su capacidad de gasto, afectando también sus programas de inversión".

Atendiendo a los efectos que están produciendo los cambios negativos en la economía, el Gobierno Nacional anunció medidas para tratar de evitar una caída más pronunciada, que causará estragos. Aunque también es el momento para mandar mensajes y crear incentivos que motiven al sector privado a invertir y aprovechar las oportunidades que se están abriendo.El efecto más importante está en el aumento del 0,5% en el desempleo a nivel nacional. Aunque regiones como el Valle reportan un leve descenso en ese indicador, no parece ser el tiempo para cantar victoria, o para mantener las cosas como si nada pasara. Por el contrario, si está pasando y mucho. Por eso, y antes de que se desaten las malas noticias, es bueno mirar la situación con la sangre fría que reclama el momento. Por ejemplo, ya es tiempo de reconocer que la bonanza de la minería y el petróleo llegó a su fin, al menos en el corto plazo. Lo cual significa que las empresas del sector sufren en forma directa los estragos. Y que el Gobierno empieza a tener problemas en su capacidad de gasto, afectando también sus programas de inversión. Además de empezar a perjudicar rubros como la asistencia social, el asunto reduce la posibilidad de inyectar a la economía del dinero que se traduce en más capacidad de compras para las familias. Hace unos días, el presidente Juan Manuel Santos anunció la aceleración del gasto por el orden de $16,5 billones, en lo cual se incluyen $5,5billones de las regalías pendientes de desembolso. Es una noticia que sirve para calmar los temores, en especial de la disminución de recursos para las regiones. Es la segunda versión del Plan de Impulso a la Productividad y el Empleo, conocido como Pipe II, con el cual las autoridades dan una respuesta al problema.Pero eso no es todo. La verdad es que asuntos como los elevados impuestos a la inversión privada y a las utilidades están detrás de la amenaza que se cierne sobre la economía, mientras el empresariado aún no parece dispuesto a aprovechar las ventajas de los tratados de libre comercio, afectados por una revaluación que destruía gran parte de la competitividad. Es la consecuencia de una economía que padecía la enfermedad holandesa, que valoriza la moneda nacional y acostumbra a los consumidores a comprar productos importados. Prueba de ello es el déficit en la balanza de pagos que desde hace unos meses se está produciendo, cuando se redujo en dólares el valor de la exportación de hidrocarburos.Es una amenaza que debe ser conjurada, antes de que empecemos a echarle la culpa a la devaluación. Por el contrario, allí está la gran oportunidad. Se trata de exportar y de satisfacer la demanda nacional, recuperando el espacio que la industria había perdido. Y de detener el déficit en la balanza de pagos, de controlar la propensión al gasto público e impedir el aumento de impuestos que desincentiva la inversión. En síntesis, es el momento de mirar las cosas de otra manera. Y de probar si en Colombia somos capaces de aprovechar las ventajas que construimos durante la última década.

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