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Máscaras y maquillaje

"...¿qué puede estar pasando en la conciencia de millones de peruanos deslumbrados por el desfile de maquillajes que Keiko y Humala lucen día tras día? El uno se pone la máscara de Lula para granjearse el aprecio de los empresarios limeños, mientras la otra trata de arrancarse la máscara de hija de su padre...".

2 de mayo de 2011 Por:

"...¿qué puede estar pasando en la conciencia de millones de peruanos deslumbrados por el desfile de maquillajes que Keiko y Humala lucen día tras día? El uno se pone la máscara de Lula para granjearse el aprecio de los empresarios limeños, mientras la otra trata de arrancarse la máscara de hija de su padre...".

Sin duda la campaña presidencial en el Perú revela aspectos de la actividad política que nos dicen más de la condición humana que varios tomos de sesudos estudios sociológicos. En particular de la capacidad de determinados individuos para mimetizarse tras máscaras o maquillajes que tratan de ocultar rasgos del carácter o posturas ideológicas que se presumen negativas a la hora de concitar la voluntad de los electores.Los dos aspirantes a la Presidencia, Ollanta Humala y Keiko Fujimori, están demostrando sus grandes dotes histriónicas en la cerrada y apasionante carrera que llevará a uno de los dos a la primera magistratura de la gran nación andina. Ambos reconocidos populistas, el uno de signo izquierdista y la otra del bando contrario, hacen gala de sus mejores artes para aparecer como ciudadanos de centro, alejados de todo extremismo, con el propósito de seducir a la arisca franja del 22% de los votantes que se muestran indecisos, la mayoría de los cuales habita en los barrios de clase media y alta de Lima.Y, con excepción de Alejandro Toledo, quien decidió expulsar del movimiento Perú Posible a todo aquel que se incline por uno u otro candidato, los demás, que contendieron con ellos en la primera vuelta, tomaron la postura de aferrarse a las máscaras de cada uno, para resaltar “sus aspectos positivos”, olvidándose de las razones por las que los descalificaban apenas hace pocos días. El campeonato en esta labor indigna se lo lleva el Premio Nóbel Mario Vargas Llosa, quien calificó a la disyuntiva Humala-Keiko como una escogencia entre el cáncer y el sida.Hoy el laureado escritor y político frustrado ha cerrado filas con Humala y, al declarar que “nunca votará por Keiko Fujimori”, revela que su inspiración es la revancha contra el ex presidente Alberto Fujimori, quien lo derrotó en la carrera por la Presidencia del Perú. Para el culto aristócrata, aquel fracaso frente al ‘chinito de la Sierra’ no se puede olvidar.Y él, que acaba de pronunciar una conferencia en la Feria del Libro de Buenos Aires en la que afirmó que su única postura política es la defensa de la libertad, parece olvidar que Humala es un ex militar golpista, que perteneció al movimiento etnocacerista, un explosivo coctel ideológico de autoritarismo del imperio incáico con dictadura proletaria de Joseph Stalin y sueña con una guerra nacionalista contra Chile para recuperar los territorios del Pacífico. ¿Qué puede tener de libertaria esta idea de una dictadura revanchista? Si ésto le sucede a un Premio Nóbel, ¿qué puede estar pasando en la conciencia de millones de peruanos deslumbrados por el desfile de maquillajes que Keiko y Humala lucen día tras día? El uno se pone la máscara de Lula para granjearse el aprecio de los empresarios limeños, mientras la otra trata de arrancarse la máscara de hija de su padre, para cautivar a los electores de la clase media limeña, defensores de la democracia y los derechos humanos.Esta fascinante mascarada definirá al próximo Presidente del Perú. Y los peruanos sabrán sobrevivir, como siempre, pese a sus políticos.

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