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Los páramos son vida

"Según los expertos si no se actúa ya, para el año 2030 habrá desaparecido el 56% de ellos. Si bien el cambio climático tiene una cuota alta en el daño que experimentan, factores que deberían controlarse con políticas estrictas pero que no son atendidos como corresponde, están acelerando su destrucción".

4 de enero de 2014 Por:

"Según los expertos si no se actúa ya, para el año 2030 habrá desaparecido el 56% de ellos. Si bien el cambio climático tiene una cuota alta en el daño que experimentan, factores que deberían controlarse con políticas estrictas pero que no son atendidos como corresponde, están acelerando su destrucción".

Colombia tiene un tesoro en sus páramos. En ellos nacen las fuentes hídricas que abastecen al 70% de su población y constituyen la séptima reserva de agua del mundo. Pero lo está perdiendo. Ante las amenazas que se ciernen sobre ellos, los esfuerzos para asegurar su conservación, que son responsabilidad del Estado y de los ciudadanos, no parecen suficientes. En el país hay 34 zonas de páramos que suman un millón novecientas mil hectáreas, el segundo de estos ecosistemas vitales para la humanidad de mayor extensión en el Planeta. En ellos se albergan 4.700 especies de plantas endémicas así como 70 clases de mamíferos, 87 de anfibios y 154 de aves. Además de ser los productores primarios de agua, actúan como una gran esponja que absorbe y ayuda a regular los ciclos de lluvias. De ahí la urgencia de atender las alarmas frente al deterioro de los páramos colombianos. Según los expertos si no se actúa ya, para el año 2030 habrá desaparecido el 56% de ellos. Si bien el cambio climático tiene una cuota alta en el daño que experimentan, factores que deberían controlarse con políticas estrictas pero que no son atendidos como corresponde, están acelerando su destrucción. La explotación minera es un enemigo que no ha podido frenarse, aunque la ley prohíbe de manera expresa tal actividad en estas zonas por ser reservas naturales. Anterior a la legislación actual, el Estado había otorgado 391 títulos mineros para la extracción de oro y carbón en 108.000 hectáreas de páramos, Aunque se supone que la actividad está regulada para que no provoque mayor impacto ambiental, los entes gubernamentales reconocen su incapacidad para ejercer el control tanto sobre la minería legal como sobre la ilegal.A ello se suman la deforestación y las actividades ganadera y agrícola, que cada vez llegan más alto y le carcomen terreno a los páramos. Así, quienes deberían ser por principio los guardianes de estas tierras, los campesinos, se están convirtiendo en verdugos de aquella que les proporciona vida y bienestar. Precisamente la ganadería y la agricultura, junto al incremento de las temperaturas causadas por el cambio climático, habrían provocado la aparición de nuevos enemigos: larvas y hongos que matan en meses los frailejones que se demoran hasta 40 años en crecer. Ya se confirmó su presencia en Chingaza y la alerta se ha extendido a El Cocuy, Galeras, Las Hermosas, Los Nevados y Sumapaz. Mientras, se ha dado la alarma a los sistemas paramunos de Ecuador y Venezuela.Si bien se reconoce que en los últimos años se ha actuado para detener el deterioro de los páramos con medidas como las leyes que limitan la actividad minera o con la asignación de recursos para extender las áreas de protección, los males que los afectan parecen volar mientras las políticas gubernamentales caminan a paso lento. Y la principal acción, la de educar a los colombianos para que se conviertan en guardianes, asuman su responsabilidad en el cuidado y respeto hacia estos ecosistemas, y entiendan que son sinónimo de vida, no parece prosperar.

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