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Las líneas rojas

"La negociación con el ELN parece frustrarse aún antes de empezar, mientras sus cabecillas se empeñen en doblegar la voluntad de los colombianos mediante el terrorismo, el secuestro y la violación de los Derechos Humanos".

12 de mayo de 2016 Por:

"La negociación con el ELN parece frustrarse aún antes de empezar, mientras sus cabecillas se empeñen en doblegar la voluntad de los colombianos mediante el terrorismo, el secuestro y la violación de los Derechos Humanos".

Seis semanas después de que se anunciara en Caracas la terminación de la fase secreta y el inicio formal de los diálogos de paz con el ELN, las esperanzas vuelven a apagarse. Y la razón es la misma de siempre: la terca reacción de sus jefes, para quienes el secuestro, el terrorismo y el narcotráfico siguen siendo sus instrumentos para conquistar el poder, o para doblegar la voluntad de los colombianos.Para esos dirigentes, su guerra es contra toda la sociedad, empezando por los civiles desarmados, las víctimas preferidas de sus crímenes. De ahí que ahora aparezcan como ofendidos, afirmando que la solicitud de dejar de secuestrar es una bomba de tiempo contra el proceso de diálogo, lo que implica una declaración terminante en el sentido de que su objetivo son todos los colombianos. Por eso afirman sin ningún cargo de conciencia que negociar en medio del conflicto significa que el Gobierno debe permitir la continuación del secuestro y del terrorismo, mientras se entablan las negociaciones en algún lugar de Suramérica. No hay pues tregua en su amenaza, y reclaman como una especie de derecho adquirido el mantener esas prácticas que desconocen los Derechos Humanos, el Derecho Internacional Humanitario y los principios que hacen posible iniciar una negociación con posibilidades de acuerdo. Esa es la visión de quienes creen que la paz se consigue permitiendo que se violen los derechos más elementales de las personas. La otra, la de la sociedad colombiana, exige que se termine con esas prácticas para poder empezar el diálogo. Más que una muestra de buena voluntad, esa exigencia es un presupuesto sin el cual no es admisible seguir adelante con lo que se anunció como un proceso en firme con todas las reglas de juego y las condiciones posibles. Así lo ha expresado ya el Gobierno Nacional. Interpretando el mandato de la sociedad colombiana, el presidente Juan Manuel Santos ha reiterado esa posición, denotando la existencia de “líneas rojas”, imposibles de correr. Lo contrario sería aceptar el chantaje sangriento que utiliza a los seres humanos como rehenes, o como mercancías para conseguir el enriquecimiento de sus plagiarios.Colombia vive por estas épocas bajo la ilusión de conseguir la paz. Y muchos ciudadanos, sectores políticos y sociales, empezando por el presidente Santos, están empeñados en conseguirla mediante la negociación con los dos grupos que durante cincuenta años o más han causado tristeza y desolación a través de la violencia. Eso está bien. Pero no debe llevar a que se interprete como una señal equívoca de que la Nación está dispuesta a transar lo que sea necesario para satisfacer las demandas de grupos que representan una minúscula parte de la opinión nacional.Por eso la negociación con el ELN parece frustrarse aún antes de empezar, mientras sus cabecillas se empeñen en doblegar la voluntad de los colombianos mediante el terrorismo, el secuestro y la violación de los Derechos Humanos. Eso es desconocer que, como lo ha dicho el presidente Santos, hay líneas rojas que no pueden traspasarse, así sea para alcanzar la paz.

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