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Las consultas y los partidos

La paupérrima votación desnuda ante todo el pobre esfuerzo de esas organizaciones para motivar a sus partidarios, así como su poca capacidad de convocatoria. No es pues una responsabilidad que se le pueda achacar a la Registraduría Nacional del Estado Civil, como algunos están insinuando.

31 de mayo de 2011 Por:

La paupérrima votación desnuda ante todo el pobre esfuerzo de esas organizaciones para motivar a sus partidarios, así como su poca capacidad de convocatoria. No es pues una responsabilidad que se le pueda achacar a la Registraduría Nacional del Estado Civil, como algunos están insinuando.

El resultado de las consultas populares para definir candidaturas de algunos partidos a los cargos de elección popular que serán escogidos en las votaciones del próximo 30 de octubre indica que existen muchos errores en su concepción. Por eso, antes que acabar con una herramienta eficaz para combatir el clientelismo tradicional, es necesario revisar su funcionamiento y adecuarlo a las realidades colombianas. Hoy, Colombia amaneció preguntándose si se justifica que el Estado deba desembolsar una cifra cercana a los $60.000 millones en un proceso que demandó la instalación de 15.800 mesas de votación, la convocatoria de miles de jurados, la movilización de la Fuerza Pública y la elaboración de decenas de miles de tarjetones, para lograr que algunos partidos eligieran candidatos al concejo en 157 municipios y 57 a las alcaldías. Y que ahora se les deba reembolsar a los partidos a los cuales se les realizaron esas consultas una cifra superior a los $5.000 millones, por los gastos en que incurrieron en un proceso en el cual sólo participaron 1.200.000 ciudadanos. Como bien dicen algunos especialistas, la democracia no puede medirse sólo en términos de costos económicos. Lo que lleva a reflexionar en primer lugar sobre la responsabilidad de los partidos políticos en el éxito, o en este caso el fracaso de la consulta. La paupérrima votación desnuda ante todo el pobre esfuerzo de esas organizaciones para motivar a sus partidarios, así como su poca capacidad de convocatoria. No es pues una responsabilidad que se le pueda achacar a la Registraduría Nacional del Estado Civil, como algunos están insinuando. En segundo término, la pobre asistencia denota que las consultas están mal elaboradas, porque se recuestan en la actividad del Estado. Esos procesos son de carácter interno y como tal deben ser adelantados y motivados por los partidos. A ellos les corresponde elaborar un censo de quienes pertenecen al movimiento político, lo que tiene directa relación con el trabajo inherente a su actividad. Con lo cual se evitará medir el resultado de la elección en función del número de ciudadanos con derecho al voto. De otra parte, las consultas son mecanismos que fortalecen los partidos porque vinculan a la gente a los procesos partidistas y les da legitimidad a los elegidos. Eso ocurre en todas partes del mundo donde se practican. Y al final, le dan mayor vigor a la democracia porque le ofrecen transparencia al ciudadano del común y evitan las prácticas clientelistas, y el llamado bolígrafo que antes imperaba en las listas de aspirantes a los cargos de representación popular. En resumen, las consultas son útiles si pretenden cambiar la cultura política y fortalecer a los partidos. Pero si se quiere producir ese cambio es necesario revisar su estructura y precisar las obligaciones que conlleva para esos partidos. De lo contrario se convierten en fracasos que desmerecen la democracia. Nada justifica mantener la carga de su realización en el Estado cuando los interesados, las organizaciones que se benefician de ellas, no asumen su responsabilidad.

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