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Las causas y los efectos

Con distintos matices, las causas de la protesta parecen ser las mismas siempre. Desde el incumplimiento del Gobierno a los acuerdos firmados el año inmediatamente anterior que a su vez permitieron levantar la protesta establecida doce meses atrás, pasando por la exigencia de establecer una política que defienda el ingreso de los transportadores, les ofrezca mejores condiciones para su formalización, resuelva el exceso de oferta de transporte y evite las distorsiones que tiene la llamada chatarrización de los vehículos con más de 20 años.

19 de julio de 2016 Por:

Con distintos matices, las causas de la protesta parecen ser las mismas siempre. Desde el incumplimiento del Gobierno a los acuerdos firmados el año inmediatamente anterior que a su vez permitieron levantar la protesta establecida doce meses atrás, pasando por la exigencia de establecer una política que defienda el ingreso de los transportadores, les ofrezca mejores condiciones para su formalización, resuelva el exceso de oferta de transporte y evite las distorsiones que tiene la llamada chatarrización de los vehículos con más de 20 años.

Cuarenta y tantos días completa ya el paro de los camioneros, sin solución a la vista. La pregunta entonces es qué se debe hacer para resolver una crisis que se presenta cada año en Colombia y produce daños para todos los colombianos. Con distintos matices, las causas de la protesta parecen ser las mismas siempre. Desde el incumplimiento del Gobierno a los acuerdos firmados el año inmediatamente anterior que a su vez permitieron levantar la protesta establecida doce meses atrás, pasando por la exigencia de establecer una política que defienda el ingreso de los transportadores, les ofrezca mejores condiciones para su formalización, resuelva el exceso de oferta de transporte y evite las distorsiones que tiene la llamada chatarrización de los vehículos con más de 20 años.En resumen, esas peticiones son la constante de la última década. El asunto es que nunca han tenido una solución de fondo, convirtiéndose así en motivo para la protesta. Que se transforma en una gran amenaza social y política debido a la capacidad de perturbación de algunos de los promotores del paro. Y obliga al Estado a movilizaciones como la creación de caravanas para proteger los camiones que no acatan la orden de cesar sus actividades. Viene entonces el chantaje disfrazado de reivindicación, que obliga a movilizar a la Fuerza Pública para responder a la amenaza que significan el bloqueo de las carreteras, la parálisis de los puertos y la falta de movilización de la carga. Incluso, muchos transportadores, quizás la mayoría del gremio, están de acuerdo con los reclamos pero rechazan las vías de hecho. No obstante, quienes se empeñan en el paro se obstinan en mantenerlo, dando paso también a la especulación que se produce con los alimentos de primera necesidad. Pero, y como ocurre en esta oportunidad, además del daño que se produce a la economía y a la sociedad, con el paro se conocen acusaciones graves sobre corrupción, en especial sobre la existencia de organizaciones que han usado los acuerdos para desfalcar al erario, en las cuales han participado funcionarios de todos los niveles del Estado. Y luego de cinco o diez semanas, el movimiento se levanta, previa la firma de un nuevo acuerdo en el cual las partes se comprometen a seguir dialogando, los camioneros a poner su esfuerzo para ayudar a superar los perjuicios que causaron. Mientras tanto, las autoridades, que habían iniciado procesos judiciales y sancionatorios contra quienes abusaron del derecho a la protesta, suspenden esas actuaciones tan pronto regresa la normalidad.Ese círculo vicioso tiene que terminar para impedir que la protesta desconozca el bien común a toda la sociedad. Si se sabe que las soluciones no se logran de la noche a la mañana, y que en muchas ocasiones el Estado no puede cumplir lo acordado, hay que advertirlo para no crear falsas expectativas. Y que los transportadores sepan hasta dónde pueden llegar en su reclamo, aceptando que su derecho no puede llegar hasta convertir al país en rehén de las vías de hecho y a la economía de los colombianos en terreno abonado para la especulación.

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