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Las buenas intenciones

16 de julio de 2010 Por:

La invitación al Presidente de Venezuela a la posesión del nuevo Mandatario de los colombianos ha producido lo que parece ser la primera diferencia importante entre los gobiernos entrante y saliente. Pueda ser que las buenas intenciones de reconstruir las relaciones con la nación vecina y el deber de advertir sobre los hechos que las han llevado a extremos nunca antes alcanzados, no se convierta en motivo de división entre los colombianos.No es difícil saber si las Farc y el ELN tienen un refugio en el lado venezolano de la frontera común, protegidos por el régimen de Hugo Chávez. Y basta recordar sus intentos por inmiscuirse en nuestros asuntos internos, tratando de mostrarse como facilitador de la paz al exigir el reconocimiento del estado de beligerancia para la guerrilla. También se conocen sus intentos por explotar los secuestros de las Farc, mientras con frecuencia se descubren armamentos suministrados por sus colaboradores al terrorismo, que han sido utilizados para atacar a la Fuerza Pública y a los colombianos.Pero esa es sólo una faceta de la posición de Chávez y su gobierno con respecto a Colombia. En el aspecto comercial está claro el bloqueo a los productores de nuestro país, así como el tratamiento discriminatorio en los pagos de mercancías suministradas por empresas que cumplieron todos los requisitos que les exigieron. Y qué decir de los cientos de colombianos que permanecen encarcelados sin fórmula de juicio, acusados de delitos como espionaje, a pesar de que en muchos casos son los mismos venezolanos los que afirman que son personas tranquilas y trabajadoras. O de los compatriotas que han sido asesinados, sin que sus familiares tengan respuesta del gobierno chavista. Se afirma que hay que pasar la página, y aprovechar el cambio de gobierno para darle un vuelco a esas relaciones. Pero esa no parece ser la posición del régimen chavista. Y como sucedió en las negociaciones con las Farc que dieron paso al despeje del Caguán, existe un riesgo altísimo que nos quedemos con la silla vacía. En esas condiciones, Colombia no se puede arriesgar a que su propósito de superar la conflictiva relación con Chávez sea usada por él con propósitos distintos al beneficio mutuo. Más aún, cuando el impredecible Mandatario sigue poniendo condiciones para asistir a la posesión del presidente Juan Manuel Santos y repite mentiras como la existencia de bases militares de los Estados Unidos en Colombia. Por supuesto, nada se opone a que Colombia intente otro acercamiento con un vecino al cual se le pueden vender miles de millones de dólares. Pero la experiencia de la última década reclama prudencia. Por encima de las diferencias ideológicas con el chavismo y del reclamo del presidente Uribe sobre la diplomacia de apariencia, están las pruebas que ratifican la protección de Chávez a las Farc y su afán por maltratar a Colombia. Y mientras eso no cambie, nuestro país y su Gobierno deben seguir en la línea de mantener la unión antes que producir la división que generaría el no exigir respuestas y actitudes claras de Hugo Chávez frente a nuestra Nación y sus ciudadanos.

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