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La visita que hizo historia

No hay duda de que con la visita del presidente Barack Obama a Cuba las cosas cambiaron. Y que, además de la llegada a la isla de inversionistas norteamericanos ávidos de negocios, o el dramático aumento del turismo, el ingreso de divisas y el acceso a internet y a la información, habrá un ambiente distinto a aquel que mantuvo a esa nación aislada de la civilización moderna.

23 de marzo de 2016 Por:

No hay duda de que con la visita del presidente Barack Obama a Cuba las cosas cambiaron. Y que, además de la llegada a la isla de inversionistas norteamericanos ávidos de negocios, o el dramático aumento del turismo, el ingreso de divisas y el acceso a internet y a la información, habrá un ambiente distinto a aquel que mantuvo a esa nación aislada de la civilización moderna.

Para bien o para mal, el viaje del presidente Barack Obama a Cuba cambió las relaciones de América Latina con los Estados Unidos. Y así demore algún tiempo, también debe cambiar la vida económica, social y política de una nación aislada y frustrada por 57 años de dictadura comunista.Luego de medio siglo de fricciones que incluyeron una inminente guerra atómica detenida en el último minuto por el acuerdo para desmontar los misiles con ojivas nucleares, instalados por la Unión Soviética y que apuntaban al país norteamericano, la recepción al presidente del ‘imperialismo’ fue notoriamente cordial. Tanto, que pareció la llegada de un viejo y querido amigo con el cual existen algunas diferencias pero ninguna de fondo. Pero sí las hay y muchas. Está en primer lugar la de un comunismo férreo y anacrónico mantenido por un régimen dictatorial que se resiste a dejar el poder y busca salidas para terminar con la pobreza en que sumió a su nación. Frente a él está el gigante de la economía capitalista, que después de cinco décadas de pretender asfixiar a los cubanos para obligarlos a cambiar esa dictadura, ahora ensaya lo obvio, penetrar a Cuba con la libre empresa, los dólares y la integración al mundo moderno.Por supuesto, luego de la visita de Obama y su familia quedarán muchas cosas por resolver, como la devolución de la base de Guantánamo a Cuba. Y otros reclamos, como el de los emigrantes cubanos afincados en los Estados Unidos que piden indignados el que Obama no haya exigido el final de los abusos contra los Derechos y las Libertades en la patria de José Martí.Pero no hay duda de que las cosas cambiaron. Y que, además de la llegada a Cuba de inversionistas norteamericanos ávidos de negocios, o el dramático aumento del turismo, el ingreso de divisas y el acceso a internet y a la información, habrá un ambiente distinto a aquel que mantuvo a la isla aislada de la civilización moderna. Y se terminará también la disculpa que esgrimían los países latinoamericanos, en especial los gobernados por el populismo y el socialismo, para acusar a los Estados Unidos del aislamiento. Son aquellos que fueron víctimas de la guerra de guerrillas fabricada, exportada y financiada por la dictadura castrista, los que ahora deben callar, cuando no aplaudir, el acercamiento que se protocolizó con la llegada a La Habana del primer presidente estadounidense en los últimos 88 años.Ya Obama está en Argentina, visitando a un aliado que recuperó gracias a unas elecciones libres. Quedará pendiente la terminación del bloqueo que el Congreso de su país impuso mediante la ley Helms Burton, como una manera de garantizar el apoyo electoral del exilio cubano. Y deberán realizarse todas las negociaciones necesarias para tener una relación armónica entre vecinos.Pero ya no habrá espacio para reversar un paso histórico que debe significar, ojalá, la llegada de la libertad a Cuba y el final de la dictadura más antigua del Planeta. Y todo ello sin necesidad de un desembarco militar y sin seguir condenando al pueblo cubano al aislamiento y la injusticia del castrismo.

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