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La vida y los humedales

"Si bien es deber del Estado disponer de las políticas ambientales y de los recursos necesarios para preservar y salvar los humedales, el esfuerzo será insuficiente mientras no se eduque a los colombianos sobre el papel que desempeñan en el equilibrio del medio ambiente".

7 de febrero de 2015 Por:

"Si bien es deber del Estado disponer de las políticas ambientales y de los recursos necesarios para preservar y salvar los humedales, el esfuerzo será insuficiente mientras no se eduque a los colombianos sobre el papel que desempeñan en el equilibrio del medio ambiente".

Pese a su importancia, los humedales parecen indeseados: se miran de reojo y los esfuerzos para mantenerlos o salvarlos de la desaparición son escasos. En Colombia representan una de sus mayores riquezas naturales, pero menos del 5% del área que ocupan está protegida en los convenios internacionales firmados por el país.Lo primero que la mayoría desconoce es qué se define como un humedal. La categoría es amplia y en ella entran lagunas, lagos, pantanos, madreviejas, deltas de ríos y en general las superficies cubiertas de agua dulce o salada, que pueden ser naturales o artificiales y tener carácter permanente o temporal, como sucede con llanuras, valles y bosques que se inundan durante la época de lluvias. Son ecosistemas que albergan especies propias de fauna y flora o reciben por temporadas migraciones como las de las aves que huyen hacia el sur del continente americano durante los meses de invierno en el norte. Además de ser esenciales para la conservación de animales y plantas, abastecen de agua a las poblaciones, sirven de fuente de riego para la agricultura y una de sus principales tareas, para muchos la más importante, es su capacidad para regular las aguas lluvias y evitar las inundaciones.El total de superficies húmedas en Colombia suma 22 millones de hectáreas, de las cuales hay 741 mil bajo protección internacional que corresponden a los seis humedales inscritos en la Convención de Ramsar, vigente desde 1971, a la que se unió la Nación en 1998 y de la que hacen parte 168 países. El acuerdo mundial busca la preservación de estos ecosistemas, asegurar los recursos para su preservación y comprometer a los gobiernos en ese empeño.En riesgo están aquellas zonas que no hacen parte del convenio y en la indiferencia de los colombianos. Como ocurre en Cali donde hay 50 humedales amenazados por asentamientos humanos en sus límites de protección, convertidos en botaderos de escombros, desechos y receptores de aguas residuales, invadidos por el crecimiento urbanístico sin control e incluso afectados por el turismo sin responsabilidad ni conciencia ecológica. Las lagunas de Charco Azul y el Pondaje son dos ejemplos de cómo su propósito de regular las aguas lluvias y evitar inundaciones apenas se cumple por el daño ambiental que se les ha ocasionado y que llegó a reducir su capacidad de acción a un 25%. Estos dos humedales comienzan a recuperarse, en un proceso que se prevé lento por las afectaciones que han sufrido y por el esfuerzo que implica conseguir la financiación de su rehabilitación.Si bien es deber del Estado disponer de las políticas ambientales y de los recursos necesarios para preservar y salvar los humedales, el esfuerzo será insuficiente mientras no se eduque a los colombianos sobre el papel que desempeñan en el equilibrio del medio ambiente. Y mientras prevalezcan el desconocimiento, la indiferencia y la indolencia sobre esos ecosistemas, el destino de riquezas ecológicas que son fuente de vida y tienen el poder de mitigar los riesgos de las amenazas naturales, será su irremediable desaparición.

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