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La trampa constitucional

Para tratar de detener la caída de su régimen y de paso asegurar la imposición del comunismo en Venezuela, el presidente Nicolás Maduro presentó ante su Consejo Nacional Electoral de bolsillo su solicitud de una Asamblea Constituyente comunitaria.

4 de mayo de 2017 Por: Editorial .

Para tratar de detener la caída de su régimen y de paso asegurar la imposición del comunismo en Venezuela, el presidente Nicolás Maduro presentó ante su Consejo Nacional Electoral de bolsillo su solicitud de una Asamblea Constituyente comunitaria. Quienes votarán por ella y participarán en ella serán sus cada vez más escasos partidarios y no todos los venezolanos, como ordena la constitución elaborada y aprobada por su jefe, Hugo Chávez.

La presentación la hizo rodeado de militares y acompañada de vivas, de baile y de una fiesta que contrastó con lo que ocurre en toda Venezuela. Afuera, en las calles de Caracas y de muchas ciudades de su país, los venezolanos protestaban contra la dictadura que él encarna, reclamando las elecciones que consagra su Carta Máxima como expresión de la democracia.

Ese pueblo que exhibe su inconformidad con lo que ha venido ocurriendo, contra la corrupción, el desabastecimiento de alimentos y medicinas, contra la asfixia a sus libertades y el uso de la violencia por los detentadores del poder, es reprimido por la Guardia Nacional y la Policía Nacional. Los esbirros van acompañados de grupos paramilitares armados hasta los dientes, disparando y dispuestos a cometer las tropelías que sean necesarias para infundir pánico en los manifestantes o para apropiarse de lo que se atraviese a su paso.

Pero Maduro y sus aliados sólo tienen en mente dos razones. La primera y más importante, es asegurar su permanencia en el poder y el asalto al patrimonio público, a costa de la sangre de sus compatriotas. La segunda, cumplir el libreto del comunismo, acabando con la libertad de empresa, agotando las libertades e imponiendo el imperio del absolutismo y la fuerza que impide cualquier expresión que disienta de la tiranía.

Por supuesto, lo segundo es apenas un mascarón para encubrir la depredación a que someten a Venezuela. Y la represión cruel ejecutada por unas Fuerzas Armadas que propician la dictadura es el instrumento para tratar de ahogar el grito de libertad, el ¡ya basta! que incluso personalidades de estirpe chavista como la Fiscal General de la Nación están lanzando como expresión de rechazo a la maloliente cúpula que gobierna su país.

Mientras tanto, los líderes de la oposición son encarcelados, perseguidos y procesados por una Justicia que sólo rinde cuentas a los jefes del régimen. Como si fuera el más peligroso animal, al encarcelado Leopoldo López le niegan hace treinta días la visita de sus familiares y abogados. Y los estudiantes son fumigados y baleados mientras sus universidades son intervenidas para tratar de sofocar la rebelión que ya parece imparable.

Pero Maduro lanza su constituyente, tratando de legitimar su gobierno. Es una trampa burda para evitar lo que los venezolanos le están exigiendo: respeto a la votación que eligió la Asamblea Nacional el 6 de diciembre de 2015 y elecciones limpias para renovar en forma pacífica las instituciones creadas en la Constitución que el dictador prometió respetar y defender.

Por eso, el temor a una confrontación sangrienta crece por minutos en Venezuela.

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