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La tragedia de Brasil

"Más allá del fracaso del gobierno, que sí lo es, lo que le está sucediendo al Brasil tiene un rancio olor a decadencia, a repetir las causas que se han llevado a varios gobiernos de Suramérica y amenazan a otros tantos".

19 de abril de 2016 Por:

"Más allá del fracaso del gobierno, que sí lo es, lo que le está sucediendo al Brasil tiene un rancio olor a decadencia, a repetir las causas que se han llevado a varios gobiernos de Suramérica y amenazan a otros tantos".

Más cerca de la destitución quedó la Presidenta del Brasil, por cuenta de supuestos ocultamientos en las finanzas públicas de su país. Y más cerca del abismo va ese enorme país, a causa de la corrupción, de la recesión económica ya permanente y de una polarización política que puede significar problemas peores para su sociedad si continúa lo que parece ser un vacío de gobierno.Las sesiones de la Cámara de Representantes, donde 367 diputados, más de la mayoría calificada que exige la constitución brasileña, votaron a favor de continuar el juicio que terminará con su destitución, fueron ante todo un ejercicio de protagonismo. Aprovechando el hecho de que el voto debía ser individual, cada uno de los integrantes de la Cámara desfiló para dedicarlo a sus padres, a sus esposas, a sus nietos, a los militares golpistas, a los vendedores de seguros y hasta a Dios. Fueron varias horas de un espectáculo que distó mucho de la solemnidad esperada para un momento de tanta gravedad. No por ello, el resultado perdió su trascendencia: a partir de ahora, será la mayoría simple del Senado la que deberá emitir un juicio. Se presentará entonces la separación del cargo de la presidenta Dilma Rousseff, y la toma del poder por su vicepresidente, Michel Temer, a quien la mandataria califica de traidor.Así quedó demostrada la poca efectividad de haber nombrado al expresidente Luis Inácio Lula Da Silva para tratar de conseguir los votos que requería Dilma para evitar el impeachment. Y quedó casi que confirmado que la designación fue una maniobra para evitar que la Justicia ordinaria lo juzgue por corrupción durante su largo y aplaudido período presidencial. Cabe agregar que a Dilma aún no le inician procesos por los descalabros de Petrobras, la empresa más grande de Latinoamérica hasta no hace mucho. Aunque aparatoso, el espectáculo fue sin duda triste para Brasil. Muchos de quienes votaron son a su vez objeto de investigaciones y acusaciones de corrupción. Empezando por el presidente de la Cámara, Eduardo Cunha, un pastor a quien la Fiscalía tiene en la mira por poseer cuentas en bancos suizos producto de la corrupción en la petrolera estatal.Más allá del fracaso del gobierno, que sí lo es, lo que le está sucediendo al Brasil tiene un rancio olor a decadencia, a repetir las causas que se han llevado a varios gobiernos de Suramérica y amenazan a otros tantos. Es la política que deja de ser sinónimo de servicio público noble y desinteresado, para transformarse en una profesión donde la ética no tiene cabida y tanto los presupuestos como los cargos son botines para quienes sólo piensan en su propio beneficio.Ahora sigue la agonía de un proceso en el cual la Presidencia será apartada de sus funciones mientras se completa su destitución. Y ya no importarán los llamados a la unidad, los mercados pasarán la cuenta de cobro y los brasileños pagarán los platos rotos. Así, la que fue mostrada como la organización política de izquierda más exitosa de América pasará a ser otra más de las decepciones y los fracasos en la redención de los problemas de la desigual Suramérica.

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