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La sed de Cali

La otra cara es la que muestra cómo mientras el río se muere poco a poco, Emcali y los gobiernos locales de las últimas tres décadas no han encontrado la solución al problema de suministro de agua que padece la capital vallecaucana.

7 de octubre de 2016 Por:

La otra cara es la que muestra cómo mientras el río se muere poco a poco, Emcali y los gobiernos locales de las últimas tres décadas no han encontrado la solución al problema de suministro de agua que padece la capital vallecaucana.

Treinta años lleva Cali buscando una solución al problema de suministro de agua e intercediendo para que la Nación atienda el deterioro del río Cauca. El resultado está lejos de ser alentador: la ciudad tiene cada vez más dificultades para surtirse y su principal afluente presenta la mayor contaminación de su historia.La gravedad del problema reapareció el miércoles anterior, cuando las plantas de tratamiento de agua potable debieron parar su trabajo durante ocho horas, imposibilitadas de captar el líquido por el bajo nivel de oxigenación con el que pasaba frente a su bocatoma. Es la historia que se repite, ahora con más frecuencia, con mayor complejidad y que afecta a un millón setecientos mil caleños.Las dos caras que presenta esta situación son igual de complejas y frustrantes. Por un lado está la agonía que padece el río Cauca, sometido al embate de la contaminación que se repite a lo largo de su cauce, con riberas arruinadas por las invasiones o como depósitos de basura, las cuencas de sus afluentes deforestadas sin contemplación y sus entrañas moribundas por la minería ilegal.En esa muerte lenta que padece el que se conoció como el segundo río más importante de Colombia, también ha influido la incapacidad de las Corporaciones Autónomas Regionales para hacer su trabajo. La modificación a las que las sometió la Ley 99 de 1993, se convirtió en un lastre para el río Cauca, que pasó de ser cuidado por la CVC desde su nacimiento hasta su paso por La Virginia, Caldas, a depender por tramos de tres entidades territoriales.Si a eso se suma que con la reforma se abrió el paso a la politiquería y el clientelismo en las CAR, el resultado es una labor nula a la hora de cumplir con sus funciones de proteger los ríos y las cuencas. Junto a ello está la indiferencia de la Nación frente a uno de sus principales ríos, sobre el que ni siquiera pudo hacer realidad un Conpes que comprometiera a los todos y garantizara los recursos necesarios para su salvación.La otra cara es la que muestra cómo mientras el río se muere poco a poco, Emcali y los gobiernos locales de las últimas tres décadas no han encontrado la solución al problema de suministro de agua que padece la capital vallecaucana. Ya se perdió la cuenta del número de estudios, proyectos y propuestas presentados para buscar nuevas fuentes hídricas, pero ninguno se concreta y la dependencia del Cauca moribundo sigue su curso. Ahora se plantean dos alternativas nuevas, se habla de avances y habrá que esperar para saber si se realizan o duermen el sueño de los justos como tantas otras.Mientras tanto, el apuro crece y Cali se ve sometida a padecer de sed, ya sea durante el verano por el bajo nivel del Cauca, o en invierno por la contaminación que arrastra. Por eso no se saca nada insistiendo en que los caleños ahorren y usen de manera racional el agua, cuando quienes debieron resolver los problemas no pudieron tomar las decisiones que corresponden para impedir el deterioro del Cauca ni encontrar una alternativa para para asegurar el agua potable para la ciudad.

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