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La revolución de Mandela

Con su capacidad de persuasión que le hizo ganar la confianza de sus amigos y sus enemigos; con su humildad que lo hacía ver a todos como sus iguales, y con su bondad, Madiba logró lo que en esa época no parecía imaginable: la revolución que se produce cuando el poder cambia de manos y la libertad reemplaza al autoritarismo.

8 de diciembre de 2013 Por:

Con su capacidad de persuasión que le hizo ganar la confianza de sus amigos y sus enemigos; con su humildad que lo hacía ver a todos como sus iguales, y con su bondad, Madiba logró lo que en esa época no parecía imaginable: la revolución que se produce cuando el poder cambia de manos y la libertad reemplaza al autoritarismo.

A los 95 años de edad murió un verdadero revolucionario, quien con su ejemplo de humildad y firmeza, usando como bandera la reconciliación y la tolerancia, desarmó la segregación racial en su patria y asombró a un mundo convulsionado por la violencia como la forma de imponer los cambios: Nelson Mandela, Madiba para Suráfrica y el mundo.Su trayectoria vital fue la de quien se comprometió en la lucha por devolverle a su pueblo negro la dignidad y los derechos que desde 1650 le conculcó la minoría blanca. Una lucha que inició como abogado, el primero de su raza en su país, y como dirigente político luchador y carismático. Que continuó como combatiente que en su momento apeló al uso de la violencia, por lo cual lo acusaron de terrorista y fue internado desde 1962 hasta 1990 en una prisión, condenado a toda suerte de privaciones y trabajos forzados. Allí consolidó su liderazgo en su partido, el Congreso Nacional Africano, y logró ganarse la confianza de los afrikáners que gobernaban a Suráfrica y se sentían con el derecho a discriminar al 80% de sus compatriotas, los negros. Con su capacidad de persuasión que le hizo ganar la confianza de sus amigos y sus enemigos; con su humildad que lo hacía ver a todos como sus iguales, y con su bondad, Madiba logró lo que en esa época no parecía imaginable: la revolución que se produce cuando el poder cambia de manos y la libertad reemplaza al autoritarismo. Fue una revolución pacífica basada en reconocer a todos como compatriotas y a nadie como enemigo. Con lo cual desarmó los espíritus sedientos de venganza y poder y permitió la convivencia de quienes parecían entonces enemigos irreconciliables.En semejante obra primó siempre el pragmatismo de Mandela, para quien su objetivo estaba por encima de las ideologías y los intereses mezquinos. Ese pragmatismo hizo que sus seguidores entendieran la importancia de mantener el Estado en funcionamiento, la economía en marcha y la reconciliación en la cabeza de su país. Con lo cual convirtió a su pueblo en una Nación con derechos iguales para todos, bajo la consigna de “un hombre, un voto”. Y ejerció durante cinco años el poder para dar ejemplo y construir la nueva convivencia en una Nación partida por siglos de injusticias y discriminaciones raciales. Fue él quien convenció a sus seguidores de mantener dos himnos, el de los Afrikáners y el de los negros como símbolo de la convivencia. Fue él quien logro que los negros respaldaran al equipo de rugby compuesto por blancos, como demostración de la Suráfrica unida que debía construirse. Como pocas personas en el mundo, Madiba aplicó el lenguaje de los símbolos para tocar el corazón de blancos y negros, convencerlos de su verdad y llevarlos a la convivencia. Después, cumplido su período como presidente, abandonó el poder y se refugió en la austeridad, a pesar de los reconocimientos, los homenajes y las alabanzas que le llovieron desde todos los puntos del planeta, desde las cumbres del poder hasta el más sencillo de los ciudadanos. Ese es el hombre que falleció el pasado viernes, dejando a su paso una enseñanza indeleble sobre lo que se puede lograr cuando el hombre mira a su semejante como su igual.

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