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La política de la intolerancia

La presión y el rechazo indignado pudieron más que la obstinación del Presidente de los Estados Unidos. Las críticas desde todos los sectores, incluido su partido Republicano, no le dejaron otra opción que echar para atrás su política de ‘tolerancia cero’ con la cual justificó la separación de miles de familias inmigrantes ilegales y el envío de sus hijos a centros de detención.

20 de junio de 2018 Por: Editorial .

La presión y el rechazo indignado pudieron más que la obstinación del Presidente de los Estados Unidos. Las críticas desde todos los sectores, incluido su partido Republicano, no le dejaron otra opción que echar para atrás su política de ‘tolerancia cero’ con la cual justificó la separación de miles de familias inmigrantes ilegales y el envío de sus hijos a centros de detención.

Las imágenes divulgadas por semanas eran insólitas en el país de los derechos: niños de 2 y 3 años llorando al ser arrebatados de brazos de sus padres por las autoridades de inmigración; decenas de menores arrumados en jaulas, acostados en colchonetas y cubiertos con mantas metálicas; pequeños gritando asustados para que los llevaran donde su papá o su mamá. Se calcula que 2300 infantes fueron separados de sus familiares desde abril pasado.

Donald Trump justificó la medida en la aplicación de una ley vigente desde hace años, que hasta ahora ningún gobierno se había atrevido a aplicar de esa manera. Su intención era presionar a los legisladores demócratas para que aprobaran una reforma migratoria en los términos en que él quería y en ese afán no importaba recurrir a argumentos bíblicos que en otras épocas se usaron para justificar la esclavitud, como lo hizo el fiscal Jeff Session cuyas declaraciones fueron repudiadas por la Iglesia Metodista a la que pertenece.

El rechazo fue creciendo, protestaron las organizaciones humanitarias así como el Papa y líderes de otras naciones, todas las exprimeras damas estadounidenses calificaron como cruel e inmoral la medida, mientras se equiparaba al gobierno de Trump con el nazismo y sus centros de detención infantil con los campos de concentración de la Segunda Guerra Mundial. Tuvo que producirse ese movimiento para que el presidente del país que ha sido adalid de la defensa y el respeto de los derechos humanos se echara para atrás.

La medida que fue obligado a tomar ayer no repara el daño que produjo. Tampoco se puede ver como la claudicación a sus políticas antiinmigrantes ni implica que abandonará el lenguaje pendenciero o dejará de recurrir a calificativos como el de “animales” o de “peste” que ha usado en contra de quienes llegan a los Estados Unidos buscando una oportunidad o huyendo de la violencia.

Y en el camino asume actitudes que son similares a las del régimen de Nicolás Maduro, quien sacó a su país de la Corte Interamericana de Derechos Humanos de la OEA. Donald Trump hizo el martes lo propio con Estados Unidos al retirarlo del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, por las críticas a sus decisiones.

Esa es la locura con la que se maneja una nación basada en la tolerancia, en el respeto a la diferencia y en la libertad. Pero que ahora usa esos valores para justificar medidas extremas como la separación de las familias inmigrantes o para exacerbar los odios racistas y generar confrontaciones internas que se creían superadas.

Es la manera de Donald Trump de usar la ley para hacer política a costa de los derechos humanos e imponer un estilo que causa enorme daño a su nación, dentro y fuera de los Estados unidos.

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