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La pesadilla del narcotráfico

Por culpa del narcotráfico, las relaciones con el gobierno de los Estados Unidos empiezan a experimentar un retroceso que incluye amenazas y sindicaciones contra nuestro país. Aunque deba rechazarse la posición unilateral del presidente Donald Trump sobre una posible desertificación que tendrá consecuencias graves para Colombia, también es necesario reconocer que ese negocio es un dolor de cabeza que debe ser tratado como corresponde.

17 de septiembre de 2017 Por: Editorial .

Por culpa del narcotráfico, las relaciones con el gobierno de los Estados Unidos empiezan a experimentar un retroceso que incluye amenazas y sindicaciones contra nuestro país. Aunque deba rechazarse la posición unilateral del presidente Donald Trump sobre una posible desertificación que tendrá consecuencias graves para Colombia, también es necesario reconocer que ese negocio es un dolor de cabeza que debe ser tratado como corresponde.

Fiel a su estilo pendenciero, el Presidente de los Estados Unidos reiteró la preocupación por el gran aumento que muestran las mediciones sobre el área sembrada de coca en Colombia y la cantidad de cocaína que se produce aquí, la mayor parte de la cual culmina en las calles de su país. Y dio a entender que está haciendo una concesión al no aplicar sanciones, pero que puede llegar a retirarnos de la lista de colaboradores contra el narcotráfico.

Cabe decir que él está en todo su derecho. Pero se debe agregar que no puede desconocer la labor que nuestro país ha realizado para combatir lo que es una verdadera plaga que alimenta la criminalidad y pone en peligro la tranquilidad de los colombianos. Por ello, las declaraciones parecen más una advertencia lanzada para ganar respaldos en su país que para alimentar las relaciones bilaterales, caracterizadas hasta ahora por la colaboración estrecha.

También es necesario pedir que se tengan en cuenta las labores que en toda nuestra geografía están realizando las autoridades para combatir el flagelo. Se esté o no de acuerdo con el viraje que ha aplicado el Gobierno Nacional, lo cierto es que aquí se está realizando un ambicioso programa que combina el incentivo para la sustitución voluntaria de cultivos con la erradicación forzada.

Según los encargados de esa política, encabezados por el vicepresidente, general Óscar Naranjo, ella tiene progresos. Lo que se pensaría entonces es que se le dé un prudente compás de espera para conocer si tiene éxito, antes de desatar las descalificaciones. Con ella no se consigue nada distinto a la incertidumbre y al regreso a las épocas en las cuales la amenaza con sanciones primaron sobre la necesidad de colaborar en una batalla en la cual deben trabajar unidos tanto los países que producen como aquellos en los cuales se consumen las drogas ilícitas y se lavan los inmensos réditos que generan.

Lo anterior no impide reiterar la preocupación que existe en Colombia por el aumento del narcotráfico, la aparición de organizaciones criminales y el consumo en el país. Infortunadamente, hoy debe decirse que nuestra Nación experimenta un aumento sensible en el consumo, y que esa actividad ilegal es causa directa del crecimiento en la violencia que se presenta en las zonas urbanas.

Por eso, el narcotráfico sigue siendo la mayor amenaza contra nuestra Nación y el combustible de la violencia. Y por eso es deber de los gobiernos combatirlo sin contemplaciones, en todas sus etapas y en todas sus modalidades. Más allá de un problema que produzca fricciones con el gobierno de los Estados Unidos, el narcotráfico es una pesadilla que no puede ser desconocida.

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