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La Patria por encima de todo

"...la división que se ha presentado al interior de la Comisión de Relaciones Exteriores debe ser superada. Más aún, la confidencialidad de las actas debe ser mantenida para asegurar que no sean utilizadas con propósitos partidistas o con intención de perjudicar a quienes en ese escenario han actuado siempre pensando en el bien de la Nación".

13 de marzo de 2013 Por:

"...la división que se ha presentado al interior de la Comisión de Relaciones Exteriores debe ser superada. Más aún, la confidencialidad de las actas debe ser mantenida para asegurar que no sean utilizadas con propósitos partidistas o con intención de perjudicar a quienes en ese escenario han actuado siempre pensando en el bien de la Nación".

Sabor agridulce le debe quedar a la Nación, al recordar las discusiones que desató entre algunos expresidentes de Colombia y el gobierno actual el fallo de la Corte de La Haya sobre el litigio con Nicaragua. Ante la grave situación que generó esa sentencia, lo mejor es reclamar de nuevo la prudencia que permita superar uno de los peores momentos en las relaciones internacionales del país.Los antecedentes del fallo no están en los debates que adelantó la Comisión de Relaciones Internacionales. Creada como una especie de Consejo Asesor para dirigir la relaciones de Colombia con el mundo, esa institución siempre ha pretendido aprovechar la experiencia de expresidentes y excancilleres, lo que hasta ahora ha permitido definir una especie de política nacional basada en el consenso y alejada de las luchas partidistas y las diferencias de conceptos, normales por demás en una democracia. Esa entidad que supera el siglo de existencia no puede ser borrada por una decisión injusta y a todas luces fuera de contexto, como la que tomaron los miembros de un Tribunal que jamás visitó la zona en disputa ni se tomó el trabajo de investigar la tradición de los nativos de San Andrés y Providencia. Si así lo hubieran hecho, habrían entendido la gravedad y la injusticia que cometieron. Y en esa actitud nada tuvieron que ver los presidentes de Colombia que confiaron en la Justicia, diseñaron una estrategia de defensa y la mantuvieron durante el proceso. Hoy, después del golpe propinado por un Tribunal en el que se depositó la confianza de la Nación, es muy fácil decir que alguien se equivocó o que se desatendieron las voces de quienes recomendaron retirarse del Pacto de Bogotá, firmado en 1948. Pero con seguridad nadie puede aseverar que las actuaciones de nuestros gobernantes, incluido el presidente Juan Manuel Santos, fueron guiadas por el descuido, la omisión o la mala fe. En ese orden de ideas, la división que se ha presentado al interior de la Comisión de Relaciones Exteriores debe ser superada. Más aún, la confidencialidad de las actas debe ser mantenida para asegurar que no sean utilizadas con propósitos partidistas o con intención de perjudicar a quienes en ese escenario han actuado siempre pensando en el bien de la Nación. Por el contrario, nada sería más perjudicial para los intereses colombianos que el espectáculo ofrecido por revelaciones que sólo contribuyen a crear divisiones y desatar polémicas dañinas e inconvenientes. El presidente Santos y los demás miembros que asistieron a la sesión de ayer de la Comisión hicieron un llamado a los expresidentes Andrés Pastrana y Álvaro Uribe para que regresen a ella. Entendiendo sus razones para anunciar su ausencia, y una vez conocido que las actas sólo serán enviadas al Procurador y con la reserva que ordena la ley, la solicitud debe ser escuchada como la invitación a realizar un gesto patriótico que redundará en beneficio del interés nacional. Nada puede ser más dañino para Colombia que las divergencias políticas o electorales dividan a la Nación en la defensa de sus Derechos.

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