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La otra mirada

El Presidente se miró en el espejo de la actualidad para responder a los interrogantes que pasan por el mapa de los Estados Unidos, con todos sus efectos colaterales. Ahí conviven una economía inestable, la desigualdad de oportunidades, la seguridad como propósito orbital y la necesidad de incluir antes que de segregar.

18 de enero de 2016 Por:

El Presidente se miró en el espejo de la actualidad para responder a los interrogantes que pasan por el mapa de los Estados Unidos, con todos sus efectos colaterales. Ahí conviven una economía inestable, la desigualdad de oportunidades, la seguridad como propósito orbital y la necesidad de incluir antes que de segregar.

Dentro de un año, Barack Obama será un ciudadano más de los Estados Unidos. De su experiencia queda ya un testimonio que como pocos da claridad sobre lo que debe ser el futuro de su país como la nación más poderosa de la tierra. Si bien la dimensión de Obama se medirá en la cuantificación de hechos de su gestión, su informe de la semana pasada mostró ante todo la visión de un líder con una gran capacidad de expresar sus pensamientos con claridad. De alertar sobre los peligros que trae una política sectaria que cierra las posibilidades de atender los retos que enfrentan los Estados Unidos.Por su exposición pasaron los desafíos que le esperan al gigante norteamericano y al mundo. La tecnología para enfrentar el cambio climático, la renovación de la energía, dejando atrás los combustibles fósiles. El acuerdo antes que la confrontación partidista y excluyente. Sin negar su condición de presidente demócrata y en víspera de las elecciones, Obama convocó a los republicanos a buscar salidas conjuntas al drama de los estadounidenses marginados de servicios como la salud y la educación. Y llamó a enterrar los radicalismos y las mezquindades políticas que tanto daño hacen en su país, como en tantas otras latitudes.Ello, concentrarse en un futuro más optimista y esperanzador para los más débiles en tiempos que definió como de cambios extraordinarios, parte de una necesidad urgente: derrotar los miedos que impiden mirar el mañana como una oportunidad.En ese sentido, Obama llamó a las cosas por su nombre. Es el Estado Islámico una amenaza pero no la Tercera Guerra Mundial de la que se ha dado en hablar. Es el cáncer un azote de nuestra era, pero los avances en las investigaciones para derrotarlo obligan a creer que esa batalla se ganará pronto. Son Cuba y su régimen un capítulo de más de medio siglo de forcejeo por la democracia, urge levantar ya el bloqueo. Es la tecnología la mejor herramienta para el desarrollo de las nuevas generaciones y la lucha para enfrentar el cambio climático, pero hay que evitar que de ella saquen provecho los enemigos de la humanidad, comenzando por el terrorismo. El Presidente se miró en el espejo de la actualidad para responder a los interrogantes que pasan por el mapa de los Estados Unidos, con todos sus efectos colaterales. Ahí conviven una economía inestable, la desigualdad de oportunidades, la seguridad como propósito orbital y la necesidad de incluir antes que de segregar.También dijo y repitió que Estados Unidos es la única potencia mundial. Pero eso, que tuvo tono a tiempos de Ronald Reagan, lo usó para expresar que es en la política multilateral y no en la fuerza que deben basarse los esfuerzos por mantener la paz. Si algo queda claro tras su último discurso sobre el estado de la unión antes de marcharse de la Casa Blanca es que sí es posible mirar con optimismo lo que viene. Y que ese legado de gobiernos basados en el miedo y la amenaza que hace reaccionar con fuerza, puede ser cambiado por la mirada realista, que no evita los compromisos, que no niega las amenazas pero tampoco se considera el policía del mundo.

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