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La nueva realidad

La situación no es nueva para Colombia, que ya vivió la crisis de los años 90, la cual desembocó en la recesión más grande de su historia. El no haber actuado con cautela, volvió corriente las reformas tributarias que desmotivan la inversión privada y la necesidad de recurrir a los dictados del Fondo Monetario Internacional. Ahora puede suceder que no se aprovechen los 13 tratados de libre comercio firmados en los últimos veinte años.

22 de julio de 2015 Por:

La situación no es nueva para Colombia, que ya vivió la crisis de los años 90, la cual desembocó en la recesión más grande de su historia. El no haber actuado con cautela, volvió corriente las reformas tributarias que desmotivan la inversión privada y la necesidad de recurrir a los dictados del Fondo Monetario Internacional. Ahora puede suceder que no se aprovechen los 13 tratados de libre comercio firmados en los últimos veinte años.

En los últimos meses, la caída en las exportaciones y la devaluación que crece de manera importante están mandando señales que no pueden ser ignoradas, so pena de caer en problemas mayores para la economía nacional. Aunque el Gobierno está tomando algunas medidas para enfrentar los cambios, es imposible no preocuparse sobre aspectos que pueden causar muchos dolores de cabeza. Está en primer lugar la caída de las exportaciones y el consecuente incremento del déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos, el que resulta de comparar los ingresos y egresos de divisas. Hoy, ese déficit está cerca del 7%, lo que es una amenaza en cualquier economía. Pero si bien, y como se dice en sectores oficiales, la diferencia se irá cerrando de manera natural al restringir las compras en el exterior a causa del encarecimiento de las divisas, no puede decirse lo mismo del comportamiento y las consecuencias que ya experimentan las finanzas públicas.Venimos de una bonanza causada ante todo por los precios del petróleo y de los minerales como el carbón. Esa bonanza llevó a incrementar de manera generosa los ingresos del Estado, su propensión al gasto y más importante, su endeudamiento. Si bien su proporción con respecto al Producto Interno Bruto es menor al 50%, vale US$ 40 mil millones. En plata blanca, y aplicándole la devaluación, esa deuda vale el 40% más en pesos de lo que valía hace ocho meses. Frente a ese cambio brusco, el país se encuentra con que los ingresos en divisas han disminuido en un 40%, lo que hace recaer el servicio de la deuda extranjera en los impuestos pagados en moneda nacional. A su vez, esos ingresos empiezan a mostrar un leve descenso producto de la desaceleración, lo cual amenaza con producir en el mediano plazo un déficit aún mayor en el gasto público. ¿Cómo reducirlo? Por ejemplo, ampliando la deuda en divisas, lo que puede ser peligroso si no se acompaña con incentivos a las exportaciones o con una reacción en los precios de los minerales. O echando mano de las reservas internacionales. O apelando a una nueva reforma tributaria que grave a los productores y restrinja la demanda agregada, o al endeudamiento en el mercado interno, lo que significa que el Estado se vuelve el gran competidor por los recursos financieros que se necesitan para financiar el crecimiento del país y la estabilidad social. La situación no es nueva para Colombia, que ya vivió la crisis de los años 90, la cual desembocó en la recesión más grande de su historia. El no haber actuado con cautela, volvió corriente las reformas tributarias que desmotivan la inversión privada y la necesidad de recurrir a los dictados del Fondo Monetario Internacional. Ahora puede suceder que no se aprovechen los 13 tratados de libre comercio firmados en los últimos veinte años.Esa es la nueva realidad, los desafíos que se presenta para un Estado acostumbrado a gastar y no a ahorrar para el mañana. Con seguridad, en el Gobierno y las autoridades monetarias saben de los cambios y existe la conciencia necesaria para evitar la repetición de la historia.

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