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La lucha debe continuar

En momentos en los cuales el país debate la forma en que debe enfrentar el problema de los cultivos ilícitos y del combate al tráfico de drogas ilícitas, el golpe a los también llamados ‘urabeños’ es una ratificación del compromiso de Colombia con el combate a esa actividad criminal

3 de septiembre de 2017 Por: Editorial .

Luego de años de seguimiento, la Fuerza Pública dio de baja a alias Gavilán, uno de los más tenebrosos jefes del narcotráfico y el paramilitarismo de las últimas décadas. Es una demostración sobre el compromiso de la Policía Nacional, la Fuerza Aérea, la Marina y el Ejército Nacional en el combate al factor más importante de la violencia en nuestro país.

El llamado Clan del Golfo es la última de las grandes organizaciones dedicadas al tráfico de narcóticos. Sus ramificaciones se sienten en los mercados internacionales, en las ciudades con el microtráfico y en las zonas donde se produce la cocaína y se distribuye. Y de todos sus cabecillas, Roberto Vargas Gutiérrez es conocido como el segundo en jerarquía y el responsable del ala militar de esa organización.

Por eso, la noticia dada a conocer el pasado viernes merece un reconocimiento especial. Alias Gavilán fue el promotor e instigador del ‘plan pistola’, mediante el cual recompensaba a quienes asesinaran a los agentes de la ley, estrategia aplicada por Pablo Escobar para imponer el narcoterrorismo en los años 80.

De esa catadura era el sujeto al cual las autoridades dedicaron años en su persecución. Vargas aprovechó su conocimiento de los territorios en la zona del Urabá y su experiencia de treinta años como guerrillero del EPL, colaborador de los grupos paramilitares y por último líder de la que se considera la estructura más peligrosa y a la vez la que ejerce el mayor control en todas las facetas del narcotráfico en Colombia.

La operación que terminó en su baja obtuvo el resultado gracias a la dedicación de los policías, soldados y aviadores que le siguieron su huella sin descanso y lograron al final las delaciones necesarias para ubicar al funesto personaje. La muerte de cualquier ser humano no puede ser motivo de alegría, pero no hay dudas de que Colombia recibe con alivio el que se le haya podido dar fin a una carrera delictiva que dejó tras de sí miles de víctimas, además de ocasionar grandes perjuicios a nuestra Nación.

Aunque queda por capturar al máximo cabecilla del Clan del Golfo, es indiscutible que las autoridades han conseguido un éxito destacado contra la organización con tentáculos en toda la geografía nacional. Ahora debe continuar la lucha por atrapar a alias Otoniel y, lo más importante, por desmantelar una organización experta en promover y explotar el narcotráfico, pero también en usar el terror para silenciar a sus opositores o para atemorizar a la sociedad, como lo han demostrado con los paros armados que han promovido a lo largo de su existencia.

En momentos en los cuales el país debate la forma en que debe enfrentar el problema de los cultivos ilícitos y del combate al tráfico de drogas ilícitas, el golpe a los también llamados ‘urabeños’ es una ratificación del compromiso de Colombia con el combate a esa actividad criminal, una cadena mortal que le ha causado daños y tragedias irreparables durante las últimas décadas. Por eso hay que felicitar a nuestra Fuerza Pública en su esfuerzo constante por devolverles a los colombianos la tranquilidad que les ha arrebatado el narcotráfico.

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