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La invasión de las motos

3 de julio de 2010 Por:

El problema de movilidad que genera el exceso de motos en las ciudades es el resultado de políticas públicas mal concebidas que impiden planificar y ordenar el tránsito, así como de la incapacidad para ejercer la autoridad con la firmeza que se requiere. Pero también es consecuencia de decisiones tomadas por el Estado, que ha promovido y permitido, sin restricciones, el ingreso de estos vehículos.De ahí que se reciban con reserva las recientes declaraciones del ministro de Transporte, Andrés Uriel Gallego, durante un foro en Bogotá. Según el funcionario, “si la ciudad no se planifica, las motos invadirán las calles y eso hará que se presente -en tres años- una crisis en materia de transporte público colectivo”. Sus palabras extrañan porque si hoy la capital de la República tiene tres millones de motos, cuando su capacidad máxima es para millón y medio, es porque el Ministerio a su cargo promovió y permitió su proliferación al incentivar las importaciones, la producción nacional que llega a las 500.000 unidades anuales, y la venta sin controles.En lo que sí tiene razón el Ministro es en que las motos son el enemigo en potencia del transporte masivo y del espacio público. Se trata de un sistema paralelo que le sale muy costoso al Estado. Cali es un buen ejemplo. En la ciudad circulan 340.000 motos, de las cuales están registradas 81.000. En una operación sencilla, eso quiere decir que hay más de 300.000 potenciales usuarios del sistema de transporte masivo de la ciudad, el MÍO, que se pierden cada día. Lo cual, si se multiplica por cuatro trayectos que en promedio hace una persona a diario, significa 1,2 millones de tiquetes que se dejan de vender. Por eso, los municipios deben definir qué clase de transporte quieren: si un sistema masivo o uno individual. Y a partir de esa decisión deben planificar su desarrollo vial y urbano, así como sus políticas de movilidad. Al no hacerlo, sucede lo que les está pasando a Bogotá o a Cali, donde las motos y el transporte individual son los grandes competidores de los sistemas de transporte masivo. O donde el espacio público se invade porque la infraestructura vial no se planificó pensando en que además de los buses articulados o alimentadores, las calles debían recibir cientos de miles de vehículos como las motocicletas. Es lo que sucede en Cali, a una cuadra de la Plaza de Cayzedo, donde los automotores circulan por los andenes supuestamente reservados a los peatones.Nada cambiará, sin embargo, mientras el Estado fije políticas de transporte interesado más en promover el comercio y cobrar impuestos, sin pensar en la conveniencia de las ciudades. El caos permanecerá mientras continúe la laxitud con que se realizan trámites como la obtención del pase, que hoy se regala al comprar las motos, sin necesidad de pasar por el obligatorio curso en una escuela de conducción. La movilidad seguirá afectada mientras circulen miles de motos sin que haya una autoridad competente que les enseñe y les haga respetar las normas de tránsito. Y la sentencia premonitoria del actual Ministro de Transporte, de la cual debe hacerse igualmente responsable, se cumplirá no sólo para Bogotá y para Cali, sino en otras ciudades con sistemas de transporte masivo y para cualquiera donde el caos desborde la capacidad de sus vías y de sus autoridades.

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