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La frontera caliente

Esas agresiones no pueden ocurrir entre países amigos. Y no deben ser pasadas por alto, pues de ellas se pueden desencadenar incidentes en los cuales sea necesario recurrir a la fuerza para defender a nuestro territorio y a nuestros nacionales de los abusos y las violaciones cometidas por el vecino.

23 de noviembre de 2017 Por: Editorial .

De muchas maneras, la frontera entre Colombia y Venezuela ha dejado de ser el lazo que une a dos naciones hermanas para transformarse en dolor de cabeza y motivo de preocupaciones de todo orden. La forma en que el gobierno vecino actúa con respecto a sus ciudadanos y frente a nuestro país es de lejos la razón de ser de un conflicto latente.

Entre el 14 y 15 de noviembre, 200 efectivos de las fuerzas militares de Venezuela incursionaron la vereda Las Vetas del municipio de Tibú, en el Catatumbo. Fue una invasión, otra más, de nuestro territorio, realizada con toda la intención y sin que se conozcan sus motivos, salvo por las respuestas vagas que su comandante le dio a una ciudadana colombiana que le increpó por sus acciones.

Y como ocurrió en marzo del presente año en el Arauca, cuando un destacamento del Ejército de Venezuela se estableció en territorio nacional, o el pasado mes de agosto en la zona de Paraguachón en el Departamento de la Guajira donde llegaron diez motos de la Guardia Nacional Bolivariana, nuestra Cancillería envió la respectiva nota de protesta, avisando también sobre una pronta reunión con los delegados del gobierno de Nicolás Maduro.

Todo da a entender entonces que la violación a nuestra soberanía parece ser un deporte nacional de los militares del país vecino. A eso debe sumarse el que 59 colombianos hayan sido detenidos hace año y medio acusados de paramilitares y por una supuesta trama para atentar contra la vida del presidente Maduro, y aún no se les haya iniciado un proceso formal, llevando a que la Justicia de ese país ordenara su liberación.

Lo que está amenazado son los derechos de nuestra Nación y de los compatriotas que el régimen dictatorial del chavismo desconoce a discreción y sin sanción alguna. Además, se sabe desde hace muchos años que el territorio venezolano es usado como refugio por los miembros de las Farc y del ELN para evadir la persecución de las autoridades colombianas luego de cometer delitos en nuestro país, encabezados por el narcotráfico que es manejado en gran parte por el denominado Cartel de los Soles.

Esas agresiones no pueden ocurrir entre países amigos. Y no deben ser pasadas por alto, pues de ellas se pueden desencadenar incidentes en los cuales sea necesario recurrir a la fuerza para defender a nuestro territorio y a nuestros nacionales de los abusos y las violaciones cometidas por el vecino. Mientras tanto, centenares de miles de venezolanos que deben abandonar su patria por los desastres que allá produce el régimen dictatorial, son acogidos de manera amplia y generosa en Colombia, demostrando que la solidaridad no sólo se dice sino que se practica.

No hay duda entonces de que la unión entre Colombia y Venezuela a través de sus límites de 2.219 kilómetros es una frontera caliente que se viola a discreción por los cuerpos de seguridad del país limítrofe. Por ello, ahora es motivo de división y, sobre todo, de conflictos que reclaman respuestas más terminantes para evitar que se llegue a una confrontación tan absurda como dañina para dos pueblos hermanos.

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