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La cultura de la pólvora

Romper el círculo vicioso de la pólvora se logra con educación constante a los padres de familia y a sus hijos desde su más temprana edad. Por ello, enseñar la diferencia entre fuegos pirotécnicos administrados con seguridad por autoridades y personas idóneas, y su uso indiscriminado que deja lesionados y pone en riesgo la vida de sus fabricantes, es la clave para conseguir que tengamos una navidad y unas fiestas de fin de año sin que centenares de familias deban padecer la tragedia de un niño quemado o de un familiar muerto por esta cultura.

8 de diciembre de 2017 Por: Editorial .

Junto con la alegría y el festejo que para los colombianos significa la llegada de la temporada de navidad y año nuevo, la pólvora se convierte en motivo de tragedias que pueden evitarse pero a las cuales hay que exponerse. Cómo cambiar el patrón cultural que nos lleva a arriesgar la integridad de niños a los cuales se les quiere iniciar en los rituales que asocian esas sustancias con la celebración, es una de las claves para impedir más víctimas.

Cada diciembre, las noticias son por lo menos desalentadoras. Y aunque en esta semana las autoridades han realizado confiscaciones significativas en Cali, el día de las velitas dejó diecisiete personas lesionadas, entre ellas un niño que perdió sus dedos de la mano y otro que fue afectado en la córnea y tiene comprometida su visión.

Y siempre se acude a las medidas que prohíben la comercialización de los explosivos, como si la policía o los alcaldes fueran los responsables. Su labor y el resultado de las medidas coercitivas son sin duda destacables, como el decomiso de tonelada y media de pólvora lista para su venta en el Distrito de Aguablanca de Cali o el de nueve toneladas en Medellín durante el fin de semana.

Esos resultados dan fe de su arduo trabajo y del compromiso en combatir una costumbre peligrosa y en muchos casos mortal, cuando personas sin experiencia o conocimientos suficientes manipulan la pólvora que se les entrega en artefactos sin control de calidad. Pero hasta ahora, un centenar de colombianos, en especial menores de edad, han sufrido la tragedia que nace de creer que la mezcla de fuegos pirotécnicos y fiesta es obligatoria.

De esa manera, la tradición arraigada permite e impulsa el consumo de cohetes, detonantes en todas sus formas y materiales que ocasionan incendios, intoxicaciones y lesionados en casi todo el país, impulsando además un mercado creciente. Por ello habrá siempre quienes se atrevan a exponer sus vidas para satisfacer la demanda, así como saldrá a la palestra el argumento de que con ello se genera empleo, en un país con grandes desigualdades.

Pues no hay tal. Ese es un razonamiento falso con el cual se explotan creencias y tradiciones que deben ser superadas, con el cual se benefician a unos pocos pero se pone en riesgo a millones de personas. Ningún trabajo que se genere en la fábricas ilegales puede compararse a las lesiones que produce la pólvora, además de que en la mayoría de los casos de la elaboración artesanal se pagan salarios que no se compadecen con los riesgos de manipular explosivos.
  
Romper el círculo vicioso de la pólvora se logra con educación constante a los padres de familia y a sus hijos desde su más temprana edad. Por ello, enseñar la diferencia entre fuegos pirotécnicos administrados con seguridad por autoridades y personas idóneas, y su uso indiscriminado que deja lesionados y pone en riesgo la vida de sus fabricantes, es la clave para conseguir que tengamos una navidad y unas fiestas de fin de año sin que centenares de familias deban padecer la tragedia de un niño quemado o de un familiar muerto por esta cultura.

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