El pais
SUSCRÍBETE

La crisis es moral

El pasado martes, por cuenta de las maniobras para enriquecerse con la Justicia los unos y lograr la impunidad los otros, Colombia vivió un capítulo más de la al parecer interminable novela de la corrupción que se descubre dentro de sus instituciones.

30 de agosto de 2017 Por: Editorial .

El pasado martes, por cuenta de las maniobras para enriquecerse con la Justicia los unos y lograr la impunidad los otros, Colombia vivió un capítulo más de la al parecer interminable novela de la corrupción que se descubre dentro de sus instituciones. Es la crisis eterna ya de una enfermedad contra la cual no parecen existir remedios eficaces para detenerla.

El país escuchó alarmado la entrevista que concedió a una emisora de radio un senador de la República, el señor Musa Besaile. Él fue el más votado en las últimas elecciones, con el mayor poder dentro de las esferas políticas, y ha sido acusado de conductas que lo comprometen en actividades ilegales, entre los cuales se encuentra un proceso por supuestos vínculos con los grupos paramilitares en el departamento de Córdoba, que lleva nueve años de existencia.

El senador Besaile denunció al exfiscal anticorrupción Luis Gustavo Moreno y a dos exmagistrados y expresidentes de la Corte Suprema de Justicia por haberlo extorsionado para evitar que fuera encarcelado. El denunciante narró cómo le exigieron gruesas sumas que él pagó, tras recordarle que podía correr la suerte del exsenador Julio Manzur, del mismo departamento aunque de otro partido.

Y ayer le tocó al hijo del exsenador Manzur, quien enunció algo parecido, con los mismos protagonistas aunque con distinto resultado porque su padre fue encarcelado al negarse a pagar y luego liberado tras dos años de detención. Se debe recordar que el antecedente próximo de esas denuncias está en las declaraciones de Alejandro Lyons, exgobernador del mismo departamento y quien se prestó para desenmascarar a los mismos personajes.

Ante esos hechos se debe expresar el estupor y la rabia que a la Nación le han causado estos casos, que se unen a los escándalos del consorcio Ruta del Sol II, a los destapes sobre Reficar y a los frecuentes hallazgos en las regiones, los municipios y las dependencias del orden nacional, además de desfalcos como el de las libranzas o la quiebra de Interbolsa.

Esos son delitos que deben ser castigados con rigor. En lo que se refiere a las Cortes, son actos que los magnifica el hecho de que quienes los cometen gozan de inmunidad, y las investigaciones mueren en una Comisión de Acusaciones que ha demostrado una histórica incapacidad para procesar a quienes investigan y juzgan a los congresistas.

Cada que se presentan esas conductas se producen oleadas de propuestas para cambiar la ley, modificar la Constitución o llamar a una asamblea constituyente que borre lo existente y empiece de cero. Pero nada pasa. Y la crisis no se resuelve incluyendo la creación de un tribunal para investigar a los aforados en una ley que se tramita por el fast track.

Debe decirse que el problema no está en las leyes en las cuales se encuentran las conductas tipificadas, las prohibiciones, las sanciones y los procedimientos para aplicarlas. El problema es moral, de instituciones capturadas por la carencia de ética y principios de quienes las usan sin reparar en la responsabilidad que tienen frente a la Nación a la cual representan.

AHORA EN Editorial