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La crisis de los refugiados

"Los refugiados no son inmigrantes. Lo dice el derecho internacional, que obliga a brindar protección a los desplazados forzosos. Un compromiso que pocos Estados se han tomado en serio".

25 de junio de 2015 Por:

"Los refugiados no son inmigrantes. Lo dice el derecho internacional, que obliga a brindar protección a los desplazados forzosos. Un compromiso que pocos Estados se han tomado en serio".

La sola cifra aterra. El hecho de que 60 millones de personas busquen refugio, consecuencia directa de profesar unas ideas o resultado de la guerra que les toca vivir en algún lugar del Planeta, habla muy mal de cuánto cambió el mundo después de la Segunda Guerra Mundial en lo que corresponde a convivencia pacífica y respeto al contradictor.La dimensión del problema, más allá del escaso eco con motivo del Día Internacional del Refugiado que se conmemoró la semana pasada, es mayor si se tiene en cuenta el crecimiento galopante del número de refugiados en 2014 frente a 2013, ocho millones más, buena parte de ellos empujados por la situación en Siria.¿Qué factores convergen para generar este fenómeno en el que si se junta la población que lo padece -como dice la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados, Acnur- significaría el vigésimo cuarto país más poblado del mundo? El primero de ellos es el aumento de las guerras. Ese mapa dejó de limitarse a aquellas que se caracterizan por su larga duración y complejidad, como son el caso nuestro y los de Afganistán, Congo y Somalia. A ellas, según la misma Acnur, se han sumado quince más en los últimos cinco años, algunas como reactivación de viejos enfrentamientos y otras en calidad de brotes nuevos. No escapan Asia, África, Oriente próximo, ni siquiera Europa, con Ucrania.En segundo lugar, el perfil de las víctimas hace más difícil la tarea de trazar políticas únicas. Se calcula que 30 millones de refugiados son menores de edad. Eso significa una generación perdida que, sin ningún arraigo, se convierte en fácil objetivo de discursos extremistas y xenófobos que emergen contra quienes cargan el inri de desplazados, objeto de castigo como si fueran inmigrantes con aspiraciones económicas.Los refugiados no son inmigrantes. Lo dice el derecho internacional, que obliga a brindar protección a los desplazados forzosos. Un compromiso que pocos Estados se han tomado en serio, como ha sucedido en Europa, donde, frente a la responsabilidad de cuotas mínimas, no hay la voluntad política que se quisiera. No sin razón, algunos tratadistas del Viejo Continente han tildado a esos Estados y a sus gobernantes de amnésicos. Hace un siglo, durante la Primera Guerra Mundial, el incipiente régimen internacional del refugiado abrió las puertas en los más diversos destinos a millones de personas perseguidas entonces por sus creencias. La historia se repitió durante y después de la Segunda Guerra Mundial.No será fácil que el grado de conciencia crezca tan rápido como las interminables filas de familias que se agolpan en fronteras de países -o regiones, en los casos internos- tan o más pobres y convulsas de las que provienen, en procura de una puerta que les permita salvar sus vidas. Por ahora basta con que el mundo sepa que la más grave crisis humanitaria de todos los tiempos está en marcha y tiende a agravarse cada minuto, tiempo en el que, en promedio, treinta personas se ven obligadas a huir de sus hogares.

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