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La ciudad con sed

"Cali vive la paradoja de ser una ciudad privilegiada, atravesada por siete ríos y amenazada por la escasez de agua. La situación, agravada por la sequía que trajo consigo el fenómeno de El Niño, se origina en la falta de visión y la escasa gestión de los últimos treinta años para asegurarle a la capital del Valle nuevas y confiables fuentes de abastecimiento".

5 de septiembre de 2015 Por:

"Cali vive la paradoja de ser una ciudad privilegiada, atravesada por siete ríos y amenazada por la escasez de agua. La situación, agravada por la sequía que trajo consigo el fenómeno de El Niño, se origina en la falta de visión y la escasa gestión de los últimos treinta años para asegurarle a la capital del Valle nuevas y confiables fuentes de abastecimiento".

Cali vive la paradoja de ser una ciudad privilegiada, atravesada por siete ríos y amenazada por la escasez de agua. La situación, agravada por la sequía que trajo consigo el fenómeno de El Niño, se origina en la falta de visión y la escasa gestión de los últimos treinta años para asegurarle a la capital del Valle nuevas y confiables fuentes de abastecimiento.Los habitantes de las zonas de ladera, desde el sur hasta el norte de la ciudad, saben ya de primera mano lo que es pasar días y semanas esperando que el agua potable llegue al abrir los grifos en sus casas. En la práctica, lo que ha padecido ese sector de la ciudad donde vive el 25% de la población, es un racionamiento escalonado por el bajo nivel que presentan los ríos Cali y Meléndez de los que se surten los acueductos de La Reforma y San Antonio.Lo fácil es achacarle la culpa a El Niño que lleva tres meses agobiando al país con las temperaturas más altas de las que se tenga registro histórico. Sin duda ese calor ha afectado el caudal de los ríos, pero la lógica indica que la sed a la que se enfrenta Cali es la consecuencia de décadas de haber maltratado, olvidado y desprotegido las cuencas de las siete fuentes hídricas de las que tanto se ufana la ciudad. Para ser unos enamorados de sus ríos, los caleños los han tratado con tal desdén e indiferencia que han terminado convertidos en caños secos o en corrientes contaminadas de los que apenas se tendrá un recuerdo a futuro.El asunto es que la capital del Valle sufre cortes de agua porque llegó el verano o porque es tiempo de lluvias. Entonces las responsabilidades también se deben endilgar a quienes han tomado decisiones erradas o, peor aún, a quienes no las han tomado. Nadie entiende, que pese a la contaminación que presenta el río Cauca de él se extraiga el agua que abastece al 70% de Cali, que por ello se paguen los costos más altos de potabilización y que en invierno se deba paralizar en repetidas ocasiones el servicio porque a su paso por la bocatoma los niveles de oxígeno o de sedimentación no permiten tratar el agua.Difícil comprender que en una ciudad con problemas de abastecimiento, el servicio de acueducto registre pérdidas del 52% por conexiones fraudulentas, robos, daños en las redes y filtraciones, y que las acciones para disminuir esos índices sean ineficientes. Los diagnósticos sobre las causas que originan el déficit de agua en Cali se conocen desde años atrás, así como las soluciones que se requieren para garantizar su suministro. Y estas no son precisamente imponer comparendos ambientales por desperdicio, medidas que son inútiles frente a un problema que nace de la imprevisión.Cali va camino a quedarse sin ríos que le suministren el agua necesaria para una población con dos millones y medio de habitantes. Eso sucederá si no se actúa para salvar y proteger las cuencas de sus siete afluentes, si no se compromete a la Nación en la descontaminación del río Cauca y si se continúa dilatando la búsqueda de nuevas fuentes, serias y sólidas, para asegurar la provisión del líquido vital y evitar las contingencias actuales.

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