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La campaña distinta

Con discursos llenos de descalificaciones contra la que será su rival, la convención del Partido Republicano declaró a Donald Trump como su candidato formal para las elecciones a la Presidencia de los Estados Unidos. No obstante los estudiados movimientos para dar una imagen de alegría y fortaleza al electorado, muchas cosa hacen reflexionar sobre lo que será la campaña en los próximos cuatro meses.

21 de julio de 2016 Por:

Con discursos llenos de descalificaciones contra la que será su rival, la convención del Partido Republicano declaró a Donald Trump como su candidato formal para las elecciones a la Presidencia de los Estados Unidos. No obstante los estudiados movimientos para dar una imagen de alegría y fortaleza al electorado, muchas cosa hacen reflexionar sobre lo que será la campaña en los próximos cuatro meses.

Con discursos llenos de descalificaciones contra la que será su rival, la convención del Partido Republicano declaró a Donald Trump como su candidato formal para las elecciones a la Presidencia de los Estados Unidos. No obstante los estudiados movimientos para dar una imagen de alegría y fortaleza al electorado, muchas cosa hacen reflexionar sobre lo que será la campaña en los próximos cuatro meses.Por primera vez en mucho tiempo, las palabras de Trump aceptando la nominación fueron una formalidad y no una andanada de improperios. Este papel lo cumplieron su hijo y sus más cercanos amigos, quienes descalificaron en todas las formas posibles a la señora Hilary Clinton y usaron toda la retórica a su alcance para recordar los escándalos de los correos y el incidente en el cual murió el cónsul de su país en Libia, para reclamar el encarcelamiento de la futura candidata.Y fuera del escándalo que produjo el plagio del discurso de Michelle Obama, cometido por Melania, la esposa de Trump, la convención sólo escuchó como mensaje positivo la invocación a recuperar la grandeza de su país, con el cual el hoy candidato pretende conquistar a los votantes. De resto, lo que se sintió fue un gran descontento de un amplio sector del Partido Republicano.En efecto, no asistieron los expresidentes republicanos ni varios de los excandidatos. Así mismo, y por primera vez desde la convención de 1976, muchos de los líderes del partido se hicieron a un lado, mientras gran parte de los delegados que no estuvieron con Trump exigieron sin fortuna que se contaran los votos y se liberaran a los delegados del hoy candidato para que pudieran votar en forma libre. Por supuesto, no lo lograron. Pero desde el primer día de la convención en Cleveland se vive la división en el Partido Republicano. Ese ambiente también se respira en toda la Nación estadounidense, producido por el mensaje populista de la grandeza, la recuperación de la hegemonía y el fanatismo, armas preferidas de Donald Trump.Después de la convención quedarán atrás las protestas de los republicanos inconformes. Y volverá a empezar la arenga que descalifica a los mexicanos y a los inmigrantes ilegales, que reclama mayor beligerancia en el mundo y amenaza con la fuerza al que se atreva a disentir de quien pretende ser el presidente de la Nación más poderosa del planeta.Y al frente estará la señora Clinton que a su gran experiencia y el apoyo del establecimiento norteamericano debe sumar el desgaste de años de vigencia en la política y las críticas a muchas de sus actuaciones. Una candidata que aún no conmueve, aunque goza del respaldo de las chequeras más poderosas de su país. Será pues una campaña distinta. Es sabido que, ante el peso que tiene esa Nación en el contexto económico, militar y político del mundo, la elección del presidente de los Estados Unidos es de gran importancia para el equilibrio global. Sólo que esta vez, ese inmenso poder puede quedar en manos de un personaje que sabe vender y hacer negocios, pero que desde ya es calificado como una amenaza para la estabilidad de su país y de todo el orbe.

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