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La alianza del mal

Desde México hasta Argentina, pasando por Guatemala, República Dominicana, Panamá, Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú y Brasil, las historias tienen la misma clave: corrupción pura.

13 de febrero de 2017 Por:

A esta hora, es probable que Interpol ya haya dado con el hombre que busca en 190 países, aunque todo indica que se esconde en París. Se llama Alejandro Toledo y es acusado de recibir 20 millones de dólares de la firma Odebrecht, a cambio de un millonario contrato en Perú.

Como el caso del expresidente, el mapa de Latinoamérica aparece salpicado por nombres y cifras vinculados a las perversas relaciones de la multinacional brasileña con sectores de la clase política. Desde México hasta Argentina, pasando por Guatemala, República Dominicana, Panamá, Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú y Brasil, las historias tienen la misma clave: corrupción pura.

Y sin vergüenza de muchos de los responsables, quienes convencen a sus electores con promesas de transparencia y luego negocian o se hacen los sordos frente a las denuncias. Como lo enseña Toledo, quien alega que los dineros a los que las autoridades les han seguido la huella pertenecen a su suegra nacida en Bélgica y provienen de una supuesta reparación por el holocausto nazi. Mentiras como esa son el recurso de quienes buscan evadir la justicia. A veces, aprovechando la inoperancia de las instituciones locales.

Si algo pone en evidencia la apertura de causas y las medidas correspondientes a la gravedad del escándalo, es que en algunos casos la justicia anda cojeando más de la cuenta. Como parece ser en Colombia, Panamá Y Venezuela. A cambio, en el Brasil ya hay muchos detenidos, empezando por los autores originales, seguidos por muchos ministros y congresistas comprometidos en el negocio. Y en Perú, los nombres, y actuaciones de responsables han salido a flote, incluidos varios expresidentes.

Latinoamérica no puede olvidar que esas estructuras criminales se apoderaron de sus recursos y se enriquecieron en las narices de sus administraciones públicas, en contubernio con funcionarios del más alto nivel, sin que sonaran alarmas. Y que todo pudo haber pasado de largo si no es porque jueces de Estados Unidos y del Brasil en colaboración desmantelaron los códigos de silencio y lograron que sus autores delataran la trama que construyeron.

Todo fue pactado con esta multinacional del delito, camuflada en los contratos con que se han robado el patrimonio público destinado a solucionar los problemas de millones de personas necesitadas de progreso. Ya se verá en cada país cómo se aplicarán las sanciones penales y sociales que merece el peor latrocinio en la historia de América.

Ante lo que se descubre, la región debe unirse para combatir al enemigo que tiene en frente. Es la corrupción que usa la democracia para enriquecer a sus autores y facilitadores, y destruye la confianza y la moral de la sociedad.

Hace 160 años, Abraham Lincoln afirmó que la democracia es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. Ahora, ese sistema está en peligro por la ambición que entrega el futuro de naciones por un plato de lentejas.

Ese es un crimen contra la humanidad que hay que extirpar. Sus autores no pueden encontrar abrigo, so pena de ser considerados cómplices y encubridores quienes los protejan.

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