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Juego limpio

Desde el sector agroindustrial que Colombia ha construido alrededor de la caña de azúcar se volvieron a prender las alarmas sobre la competencia desleal y su impacto en la economía del país. En este caso, la importación de etanol desde los Estados Unidos está produciendo efectos nocivos debido a factores que atentan contra la competencia libre y justa.

13 de agosto de 2017 Por: Editorial .

Desde el sector agroindustrial que Colombia ha construido alrededor de la caña de azúcar se volvieron a prender las alarmas sobre la competencia desleal y su impacto en la economía del país. En este caso, la importación de etanol desde los Estados Unidos está produciendo efectos nocivos debido a factores que atentan contra la competencia libre y justa.

Sin duda, Colombia está obligada a acatar las reglas de juego que aceptó en el Tratado de Libre Comercio con el país norteamericano. En ese sentido, aquí como allá se debe respetar la posibilidad de importar y exportar con base en los principios de ese tratado y, en general, de las libertades de empresa que inspiran a los países democráticos.

El problema se presenta cuando existen factores que alteran esas reglas del juego y ponen a una de las partes, en este caso la agroindustria nacional, en condiciones de inferioridad. Esto es lo que ocurre con el etanol producido a partir del maíz que se trae de los Estados Unidos, sin duda de menor precio que el producido por la empresa nacional, ya sea de origen público o privado.

Debe empezar por explicarse que ese precio, menor en 36% al etanol que tiene origen colombiano, se debe en gran parte a los enormes subsidios, más de cincuenta billones de dólares cada año, que reciben los productores estadounidenses. Eso forma parte de la política de apoyar el sector agrícola como generadora de empleo y equilibrio social en los Estados Unidos, la cual es respetable y aceptada en todas partes.

Pero allí empieza el desequilibrio que hace imposible la sana competencia. Hay que recordar que aquí nació la producción de etanol por el interés del Gobierno de reducir la contaminación que producen los combustibles fósiles. Por eso incentivó la inversión en tecnología y fomentó la siembra de caña en la altillanura e involucró a Ecopetrol en la producción de biocombustibles.

Y debe quedar claro también que mientras el extraído de la caña garantiza una reducción del 74% de residuos contaminantes con respecto a los combustibles fósiles, el producido del maíz solamente lo hace en un 10%. Ese solo resultado es suficiente para afirmar que no puede hablarse de un mismo producto, y que si se permite la importación, por lo menos se deben asegurar los estándares de calidad y eficiencia que ofrece la producción nacional.

Las dos razones anteriores tendrían que llevar a las autoridades a actuar para impedir lo que a las claras es una competencia desleal y desequilibrada que puede causar un grave daño a nuestra sociedad. Es bueno recordar que la agroindustria de la caña de azúcar es un factor de estabilidad y de progreso en el Valle del Cauca y en una porción cada vez más amplia de los Llanos Orientales.

Hoy, las importaciones de etanol de los Estados Unidos tienen el 20% del mercado nacional y puede llegar a copar la demanda. Pero aceptando que se juegue con las cartas marcadas de un producto subsidiado que no cumple los estándares fijados por el propio gobierno, se estaría poniendo en peligro una actividad fundamental para la economía nacional y para la tranquilidad de muchas familias en el Valle del Cauca y en todo el país.

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