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Irán: ¿llegaron las reformas?

La votación para una y otra cámara por Rohani, Rafsanyani y similares representan el acierto de una estrategia política que se desmarcaba de lo tradicional, sin llegar a generar miedos en una población sumida en el pasado. Pero también, el respaldo que recibieron moderados y reformistas obedece a jóvenes (tres millones de ellos debutaron en el censo electoral) y a millares de mujeres, cansadas de la constante marginación a la que se les somete.

29 de febrero de 2016 Por:

La votación para una y otra cámara por Rohani, Rafsanyani y similares representan el acierto de una estrategia política que se desmarcaba de lo tradicional, sin llegar a generar miedos en una población sumida en el pasado. Pero también, el respaldo que recibieron moderados y reformistas obedece a jóvenes (tres millones de ellos debutaron en el censo electoral) y a millares de mujeres, cansadas de la constante marginación a la que se les somete.

Los primeros resultados de las elecciones celebradas el pasado viernes en Irán permiten concluir que, pese al poder en ejercicio de los ultra conservadores, la suma de moderados y reformistas sigue abriéndose paso en los mínimos espacios de participación política existentes en esa república islámica. Lejos de alcanzar las mayorías, pero suficientemente fuertes para demostrar que hay que contar con ellos, la suma de inconformes acaba de poner a dos figuras emblemáticas - el presidente Hasan Rohani y su principal aliado, Ali Akbar Hachemí Rafsanyaní -, entre los más votados para la radical Asamblea de Expertos. En los comicios para el Parlamento, la coalición en ciernes asegura ya el control de las 30 curules que la Constitución dispone para la circunscripción de Teherán.La votación para una y otra cámara por Rohani, Rafsanyani y similares representan el acierto de una estrategia política que se desmarcaba de lo tradicional, sin llegar a generar miedos en una población sumida en el pasado. Pero también, el respaldo que recibieron moderados y reformistas obedece a jóvenes (tres millones de ellos debutaron en el censo electoral) y a millares de mujeres, cansadas de la constante marginación a la que se les somete. Eso sin desconocer el aporte de corrientes independientes y minorías de todo orden.Unos y otros pusieron a prueba la capacidad del temido Consejo de Guardianes, el bastión del régimen a la hora de coartar derechos, para impugnar candidaturas. Ahora deberán derrotarlo de nuevo en una eventual revisión de los resultados donde ese comité, en calidad de guardián de la revolución, puede actuar como juez y parte.La economía también jugó su partida. El desempleo de los jóvenes profesionales del 22%, la inflación del 40% que acumuló en ocho años el gobierno extremista de Mahmud Ahmadineyad, más el éxodo de millares de iraníes en busca de oportunidades, cobraron su precio.Ahora, ocho años de periodo esperan a la nueva Asamblea, escenario de una larga batalla en la que los ortodoxos lucharán por mantener incólume el sistema que han impuesto. No se puede olvidar que por las manos de esa última instancia de carácter religioso de 88 miembros pasa la vida de la sociedad iraní, las reformas constitucionales, la seguridad de la nación y sus relaciones internacionales, y el presente y futuro del líder supremo, a quien obedecen pero a la vez vigilan. La Asamblea es el poder detrás del trono.Sin ser la panacea, el crecimiento del reformismo en Irán es buena noticia para Occidente y la región. En apariencia, el acuerdo nuclear entre Rohaní y Estados Unidos, Rusia, China, Reino Unido, Francia y Alemania tiene ahora en el presidente y en los suyos a sus aliados. Y la paz de Oriente Medio es más factible en una nueva Irán de ojos y oídos abiertos que en la del oscurantismo. Pero será el levantamiento de sanciones el que traerá el impulso en materia económica y social para acelerar el paso en el camino que le espera a Irán, y para encontrar el valor de la democracia que el radicalismo religioso le ha usurpado durante tanto tiempo.

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