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‘¡Imagínalo!’

La violencia y el maltrato siguen siendo formas de sometimiento y discriminación que persisten en nuestro país y que se repiten en el mundo en general, con casos extremos como los de aquellas sociedades donde se les da un trato inferior a las mujeres por tradición cultural o por prejuicios religiosos. Como lo dijo la Primer Ministra Noruega el día en que se firmó la Declaración de Beijing, “Generalmente estas prácticas tienen raíces muy antiguas, pero quienes las utilizan son personas que viven en el mundo de hoy. Y todos seremos culpables si cerramos los ojos ante esas agresiones y desigualdades”.

7 de junio de 2014 Por:

La violencia y el maltrato siguen siendo formas de sometimiento y discriminación que persisten en nuestro país y que se repiten en el mundo en general, con casos extremos como los de aquellas sociedades donde se les da un trato inferior a las mujeres por tradición cultural o por prejuicios religiosos. Como lo dijo la Primer Ministra Noruega el día en que se firmó la Declaración de Beijing, “Generalmente estas prácticas tienen raíces muy antiguas, pero quienes las utilizan son personas que viven en el mundo de hoy. Y todos seremos culpables si cerramos los ojos ante esas agresiones y desigualdades”.

“Necesitamos un cambio inmediato y definitivo: las mujeres no aceptarán más el papel de ciudadanas de segundo orden”. La frase pronunciada en 1995 por Gro Harlem Brundtland, entonces primera ministra de Noruega, sigue vigente para el mundo actual. Sin negar los avances en el reconocimiento de sus derechos y en una mayor equidad, son 700 millones de mujeres las que aún padecen los embates de la violencia, la desigualdad y la discriminación.Casos recientes como el secuestro de 230 niñas en Nigeria a manos del grupo terrorista islámico Boko Haram, la violación y asesinato de dos adolescentes en India o la muerte por lapidación de una joven embarazada a manos de su propia familia en Pakistán, han estremecido a la humanidad. Son ejemplos a los que se suman las mil mujeres atacadas con ácido en Colombia en 10 años, los 46.177 casos de maltrato hacia el género femenino denunciados en el país en el 2013 y la impunidad por delitos cometidos contra ellas, que llega al 90% en casos como la violencia sexual.Son hechos como estos, tanto como las desigualdades en el acceso a la salud, a la educación, a salarios igualitarios y al acceso al crédito, que persisten, los que han propiciado la campaña mundial ‘Empoderando a las mujeres, empoderando a la humanidad: ¡Imagínalo!’. Con ella se pretende recordar el compromiso que adquirieron 189 gobiernos al firmar hace 19 años la Declaración de Beijing, que buscaba garantizar la igualdad y protección de las mujeres más allá de sus condiciones económicas, sociales, culturales o religiosas.Entonces se reconoció su papel esencial en la formación de mejores sociedades, en la educación de las nuevas generaciones, en el desarrollo de sus naciones y como incentivadoras de la paz. En países como Colombia los avances son importantes, entre ellos imponer una participación mínima del 30% de cuota femenina en los cargos públicos o en las listas políticas para las elecciones, así como garantizar la igualdad de condiciones laborales y salariales para todos los géneros.En contraste, la violencia y el maltrato siguen siendo formas de sometimiento y discriminación que persisten en nuestro país y que se repiten en el mundo en general, con casos extremos como los de aquellas sociedades donde se les da un trato inferior a las mujeres por tradición cultural o por prejuicios religiosos. Como lo dijo la Primer Ministra Noruega el día en que se firmó la Declaración de Beijing, “Generalmente estas prácticas tienen raíces muy antiguas, pero quienes las utilizan son personas que viven en el mundo de hoy. Y todos seremos culpables si cerramos los ojos ante esas agresiones y desigualdades”.Durante un año, como preparación para celebrar el vigésimo aniversario de la Declaración, la campaña espera que se den los cambios que se pidieron en ese entonces, cuando se logró el mayor consenso mundial para reconocerle a la mujer su papel en la sociedad y garantizar sus derechos. Así como lo fue en 1995, hoy se trata de un proceso utópico, con objetivos difíciles de alcanzar mientras no se dé en cada rincón del planeta el cambio cultural necesario para aceptar que las mujeres están en igualdad de condiciones, merecen las mismas oportunidades y deben ser respetadas.

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